Características del mundo actual que debe enfrentar la Iglesia

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El mundo actual en sus diferentes dimensiones presenta algunas características que afectan a la Iglesia y a la sociedad. En distintos documentos la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, ha expuesto las realidades en las que en la actualidad se debe llevar a cabo una nueva etapa de la Evangelización.

En medio del veloz avance del secularismo, existen iglesias de antigua fundación que necesitan hoy de nuevos impulsos de evangelización para oxigenar la fe de los creyentes, y zonas casi descristianizadas en las cuales se necesita de un renovado primer anuncio del Evangelio[1].

Por supuesto, cada región exige una visión específica de su realidad y la Iglesia debe tomar las respectivas medidas de acuerdo a las necesidades de las personas. Al respecto, el Papa Francisco ha invitado a hablar con el hombre de hoy, de manera especial con las nuevas generaciones, para responder a sus situaciones existenciales en la gran variedad de escenarios propuestos por nuestro contexto. El Papa nos exhorta a salir de la “cultura de siempre” y a dejar la fuerza del Espíritu Santo actúe a través del anuncio del mensaje de salvación en el idioma de cada cultura[2].

Si bien la necesidad de un nuevo impulso misionero es común en el mundo entero, la diversidad de situaciones exige un atento discernimiento, una Nueva Evangelización, que no responde a una fórmula única para todas las circunstancias. Sin embargo, hay que partir de que la primera tarea siempre será ser dóciles a la obra del Espíritu del Resucitado, quien acompaña a los evangelizadores y dispone el corazón de quienes escuchan el mensaje. Antes de proclamar la Palabra es necesario tener una experiencia profunda de Dios[3].

En resumen, podemos destacar algunas causas por las que la Iglesia debe implementar nuevas estrategias de evangelización: la progresiva descristianización de países de antigua tradición de fe, el ambiente de secularismo que invade la sociedad (algunas personas se separan radicalmente de lo religioso, se vive como si el mundo fuera autónomo y no se necesitara de Dios y/o Éste fuese una hipótesis inútil que coarta la libertad del hombre), el aumento de grupos no católicos y la multiplicación de espiritualidades no cristianas (como la nueva era, los sincretismos y sectas) y la pérdida de pertenencia eclesial (creyentes no practicantes o indiferentes).

Se suman a estas características del mundo otras como: la aparición de una nueva antropología (la del homo videns) basada en la cultura de la imagen, la confusión entre el mundo real y el virtual[4], la globalización (con sus efectos positivos y negativos), la primacía de lo inmanente sobre lo trascendente, la idea de la superación de la religión por la ciencia, el silencio obligado del cristianismo en la política (por una supuesta neutralidad) y el relativismo como sistema de pensamiento que niega lo absoluto de la verdad[5].


[1] Cfr. US, párr. 6.

[2] Cfr. Francisco. (2013). Discurso Encuentro con el Comité de Coordinación del CELAM.

[3] US párr. 7.

[4] “El ambiente digital no es un mundo paralelo o puramente virtual, sino que forma parte de la realidad cotidiana de muchos, especialmente de los más jóvenes”. Benedicto XVI. (2013). Mensaje del Santo Padre para la XLVII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Redes Sociales: portales de verdad y de fe; nuevos espacios para la evangelización.

[5] Cfr. Berzosa, R. y Galetto, G. (2012), p. 67-70.