Formación

El área de catequesis CFNE se entiende como un espacio de apoyo, de soporte y de complemento a la labor del obispo diocesano, siempre en el respeto y dialogo con los planes de evangelización y de las realidades sociales donde peregrina el pueblo de Dios. Lo cual implica que su propuesta formativa se construye de modo dialógica y consensuada entre el centro y los agentes locales.

En este proceso, referente calificado es el Magisterio de la Iglesia, que para el caso específico de la catequesis es el Directorio General del año 1997. Para esta formación el Directorio General para la Catequesis del año 1997, señala algunos criterios que deben orientarla, entre los cuales, para los propósitos del CFNE en Bogotá y sus tareas con impacto nacional e internacional, el área de catequesis asume los siguientes a modo de objetivos:

– Formar para las necesidades evangelizadoras de este momento histórico con sus valores, sus desafíos y sus sombras.

– Formar en la naturaleza, finalidad y tareas de la catequesis tal como hoy la comprende la Iglesia.

– Respetar el carácter propio del laico en la Iglesia y no concebir la formación del catequista laico como una mera síntesis de la formación propia de los sacerdotes o de los religiosos. Al contrario, tendrá muy en cuenta que « su formación recibe una característica especial por su misma índole secular, propia del laicado, y por el carácter propio de su espiritualidad ».

– Formar con carácter eminentemente pedagógico. Como criterio general hay que decir que debe existir una coherencia entre la pedagogía global de la formación del catequista y la pedagogía propia de un proceso catequético. Al catequista le sería muy difícil improvisar, en su acción catequética, un estilo y una sensibilidad en los que no hubiera sido iniciado durante su formación.

La propuesta de formación tiene un carácter flexible, de modo tal que pueda responder a las necesidades de las distintas comunidades y sujetos. Tiene también un carácter interdisciplinario, donde sobresalen las ciencias pastorales, catequéticas bíblicas, litúrgicas, en el campo de la teología, y las ciencias sociales, pedagógicas, antropológicas y culturales en el campo de las ciencias humanas.

Este dialogo es vital para que el área de catequesis del CFNE pueda cumplir su principal propósito formativo: ofrecer herramientas teórico y prácticas para que las comunidades puedan construir modelos e itinerarios catecumenales que respondan a los actuales contextos urbanos, complejos y plurales. Modelos e itinerarios que trasciendan y superen el modelo escolarizado, presacramental, infantil y de cursos que caracterizan aún hoy día la práctica de la catequesis y cada vez más resultan menos creíbles y significativos a las realidades personales, sociales y comunitarias de hoy.[1]

La formación asume los siguientes principios de la catequética contemporánea, orientados todos ellos a la transformación misionera de la catequesis, para hacer de ella una acción educativa al servicio de la iniciación cristiana:

  • Los agentes de la evangelización han de saber operar con una visión global de la evangelización e identificarla con el conjunto de la misión de la Iglesia. Ninguna definición parcial y fragmentaria refleja la realidad rica, compleja y dinámica que comporta la evangelización. Se corre el riesgo de empobrecerla e, incluso, de mutilarla. Al contrario, ella debe desplegar toda su integridad e incorporar sus intrínsecas bipolaridades: testimonio y anuncio, palabra y sacramento, cambio interior y transformación social.[2]
  • La evangelización del mundo se encuentra ante un panorama religioso muy diversificado y cambiante. El catequista adquiere el conocimiento del hombre y de la realidad en la que vive por medio de las ciencias humanas. Las ciencias sociales proporcionan el conocimiento del contexto socio-cultural en que vive el hombre y que afecta decisivamente a su vida. Por eso es necesario que en la formación de los catequistas se haga « un análisis de las condiciones sociológicas, culturales y económicas, en tanto que estos datos de la vida colectiva pueden tener una gran influencia en el proceso de la evangelización.[3]
  • La « misión ad gentes », sea cual sea la zona o el ámbito en que se realice, es la responsabilidad más específicamente misionera que Jesús ha confiado a su Iglesia y, por tanto, es el paradigma del conjunto de la acción misionera de la Iglesia.[4] Dado que la « misión ad gentes » es el paradigma de toda la acción misionera de la Iglesia, el catecumenado bautismal a ella inherente es el modelo inspirador de su acción catequizadora.
  • El modelo de toda catequesis es el catecumenado bautismal, que es formación específica que conduce al adulto convertido a la profesión de su fe bautismal en la noche pascual. Esta formación catecumenal ha de inspirar, en sus objetivos y en su dinamismo, a las otras formas de catequesis. La catequesis postbautismal, sin tener que reproducir miméticamente la configuración del catecumenado bautismal, y reconociendo el carácter de bautizados que tienen los catequizandos, hará bien en inspirarse en esta « escuela preparatoria de la vida cristiana »,[5] dejándose fecundar por sus principales elementos configuradores.
  • La catequesis de adultos, al ir dirigida a personas capaces de una adhesión plenamente responsable, debe ser considerada como la forma principal de catequesis, a la que todas las demás, siempre ciertamente necesarias, de alguna manera se ordenan ». Esto implica que la catequesis de las otras edades debe tenerla como punto de referencia, y articularse con ella en un proyecto catequético coherente de pastoral diocesana.[6]
  • La renovación catequética debe cimentarse en la evangelización misionera previa. Sólo a partir de la conversión, y contando con la actitud interior de « el que crea », la catequesis propiamente dicha podrá desarrollar su tarea específica de educación de la fe.[7] El hecho de que la catequesis asuma tareas misioneras, no dispensa a una Iglesia particular de promover una intervención institucionalizada del primer anuncio, como la actuación más directa del mandato misionero de Jesús. El primer anuncio se dirige a los no creyentes y a los que, de hecho, viven en la indiferencia religiosa. Asume la función de anunciar el Evangelio y llamar a la conversión. La catequesis, « distinta del primer anuncio del Evangelio », promueve y hace madurar esta conversión inicial, educando en la fe al convertido e incorporándolo a la comunidad cristiana. La relación entre ambas formas del ministerio de la Palabra es, por tanto, una relación de distinción en la complementariedad.[8]
  • El « momento » de la catequesis es el que corresponde al período en que se estructura la conversión a Jesucristo, dando una fundamentación a esa primera adhesión. Los convertidos, mediante « una enseñanza y aprendizaje convenientemente prolongado de toda la vida cristiana », son iniciados en el misterio de la salvación y en el estilo de vida propio del Evangelio. Se trata, en efecto, « de iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana» La catequesis de iniciación es el eslabón necesario entre la acción misionera, que llama a la fe, y la acción pastoral, que alimenta constantemente a la comunidad cristiana. No es, por tanto, una acción facultativa, sino una acción básica y fundamental en la construcción tanto de la personalidad del discípulo como de la comunidad. Sin ella la acción misionera no tendría continuidad y sería infecunda. Sin ella la acción pastoral no tendría raíces y sería superficial y confusa: cualquier tormenta desmoronaría todo el edificio. [9]
  • Al definir la catequesis como momento del proceso total de la evangelización, se plantea necesariamente el problema de la coordinación de la acción catequética con la acción misionera que la precede, y con la acción pastoral que la continua. Hay, en efecto, elementos « que preparan a la catequesis o emanan de ella.
  • La catequesis es una responsabilidad de toda la comunidad cristiana. La catequesis es una acción educativa realizada a partir de la responsabilidad peculiar de cada miembro de la comunidad, en un contexto o clima comunitario rico en relaciones, para que los catecúmenos y catequizandos se incorporen activamente a la vida de dicha comunidad. La comunidad es el origen, el lugar y la meta de la catequesis.
  • En la transmisión de la fe, la Iglesia no tiene de por sí un método propio ni único, sino que, a la luz de la pedagogía de Dios, discierne los métodos de cada época, asume con libertad de espíritu « todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio » (Flp 4,8), en síntesis, todos los elementos que no son contrarios al Evangelio, y los pone a su servicio. De este modo, « la variedad en los métodos es un signo de vida y una riqueza », y a la vez una muestra de respeto a los sujetos contemporáneos. Tal variedad viene pedida por « la edad y el desarrollo intelectual de los cristianos, su grado de madurez eclesial y espiritual y muchas otras circunstancias personales ».[10]

Los estudios actuales sobre la iniciación cristiana, el catecumenado y la catequesis y los documentos de la gran mayoría de las Conferencias Episcopales (a modo de directorios, orientaciones comunes o documentos de referencia) abordan todos estos asuntos como problemas relacionados con la pedagogía de la fe. Por eso, la formación que ofrece el CFNE entra en dialogo con el Magisterio Universal, con las búsquedas de las Iglesias diocesanas y con la investigación catequética contemporánea. De manera especial, la formación toca la relación estrecha y coordinación necesaria entre primer anuncio e iniciación cristiana, el catecumenado y el modelo catecumenal, la pedagogía de la conversión inicial y la opción por la catequesis de adultos. Todos ellos como criterios de la renovación de la catequesis en el mundo de hoy y para el mundo y para el sujeto social y eclesial de hoy. Estos a su vez son los temas centrales de formación desde los cuales el área de catequesis del CFNE construye su propuesta académica y formativa.

Por último, la formación atiende a la diversidad de agentes en su especificidad y complementariedad: obispos, presbíteros (párrocos), laicos y religiosos y religiosas. Responde al nivel de formación teológica, pastoral y profesional de cada uno, así como a los compromisos de cada uno en la vida diocesana. También ofrece un acompañamiento pertinente a la formación catequética en los seminarios e institutos de vida consagrada, centros diocesanos, universidades y centros de formación e investigación en catequesis. Con todos ellos realiza alianzas y trabajo en conjunto, sin suplirlos o reemplazarlos en sus tareas.

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[1] Asociación española de Catequetas (AECA). (2015). La catequesis que soñamos. Madrid: PPC.

[2] DGC 46.

[3] DGC 242.

[4] DGC 59.

[5] DGC 295.

[6] DGC 59.

[7] DGC 62.

[8] DGC 61-62.

[9] DGC 63-64.

[10] DGC 184.