NUEVA EVANGELIZACIÓN Y EDUCACIÓN

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SÍNTESIS DEL ARTÍCULO.

El autor señala, tras repasar lo que dice el Mensaje final del Sínodo de Obispos de 2012 sobre los jóvenes, los puntos clave de la relación entre la nueva evangelización y la educación.

 

  1. El Sínodo y los jóvenes 

Al final del XIII° Sínodo sobre “La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana”, el viernes, 26 de octubre de 2012, los Padres sinodales, antes de volver a sus casas, quisieron enviar un “Mensaje al Pueblo de Dios”. Dirigiéndose especialmente a los jóvenes declararon que «los jóvenes nos importan de un modo muy especial, porque son parte relevante del presente y del futuro de la humanidad y de la Iglesia. La mirada de los obispos hacia ellos en absoluto es pesimista. Preocupada sí, pero no pesimista. Preocupada porque precisamente sobre ellos confluyen los embates más agresivos de estos tiempos; no pesimista, sobre todo porque, lo resaltamos, el amor de Cristo es quien mueve lo profundo de la historia, pero también porque descubrimos en nuestros jóvenes aspiraciones profundas de autenticidad, de verdad, de libertad, de generosidad, por las cuales estamos convencidos de que Cristo es respuesta que sacia». Por esto se invita a las comunidades cristianas a que «sin reservas, entren en una dinámica de escucha, de diálogo y de propuestas valientes ante la difícil condición juvenil. Para aprovechar y no apagar la potencia de su entusiasmo. Y para sostener en su favor la justa batalla contra los lugares comunes y las especulaciones interesadas de las fuerzas de este mundo, interesadas en disipar sus energías y a agotarlas en su propio interés, suprimiendo en ellos toda memoria agradecida por el pasado y cualquier planteamiento serio para el futuro» (n. 9).

  1. La invitación de Benedicto XVI

Varias veces el papa Benedicto recordó a los jóvenes su papel activo en la obra de evangelización sobre todo hacia su mundo. Además él mismo recordó que «sin educación no hay evangelización duradera y profunda, no hay crecimiento ni maduración, no se da cambio de mentalidad y de cultura» (Benedicto XVI al Capítulo general de los Salesianos, 1 de marzo de 2008). E indicó también los puntos focales de esa función educativa: «Hay que preocuparse de la formación de su inteligencia, sin descuidar la de su libertad y capacidad de amar. Y para esto es necesario también el recurso a la ayuda de la Gracia. Sólo de ese modo se podrá contrastar eficazmente ese riesgo para el futuro de la familia humana que está constituido por el desequilibrio entre el crecimiento tan rápido de nuestro poder técnico y el crecimiento mucho más fatigoso de nuestros recursos morales» (Benedicto XVI en Verona, 19 de octubre 2006). También con respecto al desierto interior que con frecuencia se apodera de las personas, y de los jóvenes en especial, les invitó a aprovechar la ocasión, momento y lugar privilegiado en el que tomar conciencia y encontrarse a sí mismos, y de ese modo tener la fuerza de salir de sí, encontrarse con el mundo y con Dios, custodiar y promover la propia vida, la de los demás y la del mundo.

  1. Iglesia y caminos nuevos de evangelización

Por su parte el Sínodo invita a llevar la pregunta sobre Dios a ese mundo y dar calidad y motivos a la fe. Anima a atreverse a recorrer caminos nuevos ante el cambio de las condiciones en las que la Iglesia está llamada a vivir hoy el anuncio del Evangelio. Pero a su vez, confiesa que se vuelve más importante la necesidad de hacer un serio examen de conciencia por parte de la Iglesia. Y esto es así porque el problema de la infecundidad de la evangelización, de la catequesis y de la educación cristiana depende también, tal vez en gran parte, de la capacidad o incapacidad de la Iglesia de configurarse como comunidad real, como verdadera fraternidad, como cuerpo de Cristo, y no como institución de poder o economía o grupúsculo o secta arrastrada por la vida de la gente. Es lo que está afirmando con valentía el papa Francisco, que manifiesta un “renovado ardor” evangelizador.

  1. Las nuevas tecnologías

¿Qué hacer en especial con los medios de comunicación y con los nuevos medios? Efectivamente todos reconocen que mucha información y mucha formación de la nueva generación se da hoy en los llamados “no lugares”, es decir, en el grupo de iguales, en los encuentros, en las celebraciones, en la calle, en la cafetería, en la discoteca, en el estadio, con la navegación por internet, chateando, con los SMS, con el “messenger”, las bitácoras, el Twitter. Especialmente en Occidente

–pero en gran medida en toda la “aldea global” del sistema social de comunicación, claramente mundializado y globalizado –, los espacios citados se convierten en los lugares privilegiados de socialización de la adolescencia y de la juventud; y se erigen en una verdadera “escuela paralela” y en una “universidad de la vida”, en la que se logra conocer realidades impensadas, se elaboran modos de ver la existencia y se hace práctica de comportamientos innovadores, no oficiales, más aún, no siempre socialmente aprobados o moralmente admisibles.

 

Existe la necesidad inaplazable de hacer una alianza, en vez de una demonización, con esos modos nuevos de aprender. Hay que hacer de ellos un recurso educativo y evangelizador, y no ver en ellos sólo un daño, algo malo, una trampa, sin dejarles de prestar toda la debida atención que requieren. Sigue valiendo también aquí el principio salesiano de «amar lo que los jóvenes aman para hacerles amar lo verdadero, lo bello, lo justo… lo santo» (Carta de Roma de 1884 de DonBosco al Oratorio).

  1. Leer la existencia a la luz del Evangelio

Indudablemente a los “lugares” tradicionales de la formación (la familia, la escuela, la parroquia, la vida social cívico-pública) les queda el cometido de ayudar a reflexionar, sistematizar, integrar, mostrar el sentido humano, personal y comunitario de todo lo que se conoce y se experimenta en los “no lugares” y en el uso y visita frecuente a los nuevos medios. Pero al mismo tiempo habrá que hacer viva la función profética y soñadora del Evangelio, mostrando su significado para la vida de las personas, la capacidad de dar significado a las experiencias cotidianas, de permitir interpretar la demanda de felicidad, de amor y de sentido que alienta en la conciencia de muchos.

En otras palabras, será importante ayudar a las personas y a los jóvenes a leer su existencia a la luz del Evangelio. Ciertamente hay que utilizar bien los “medios” educativos tradicionales de la fe: experiencias de fiestas y de encuentros comunitarios que celebren la comunión eclesial y su radicación en la Palabra de Dios; una liturgia que permita la integración entre rito y expresividad juvenil, entre signo y misterio; momentos de reflexión de grupo pero también de soledad e interioridad personal; prácticas de caridad y de voluntariado civil; la peregrinación… las JMJ… y también los encuentros parroquiales y diocesanos.

  1. Asociacionismo y participación

Por otra parte, habrá que animar a adoptar actitudes de “ciudadanos participativos y asociados” y de “miembros de las comunidades eclesiales” (es decir, habrá que educar las “virtudes cívicas y eclesiales” de compartir, de participar, de la honradez y del rigor cívico, del “compromiso”, del “servicio”, de la “comunión”, de la “complicidad” por el bien común y por los intereses generales de la comunidad). Hay que “organizar la esperanza”, y –quisiera añadir– hay que encarnar la fe y practicar la caridad. Y esto se necesita para que la dimensión religiosa pueda efectivamente crecer y consolidarse en la vida personal, no sólo para hacer el bien según un altruismo o solidaridad más o menos genéricos. Y por ese camino, se debe sentir y entender que la relación religiosa con Dios se conjuga necesariamente con el sentido de “fraternidad religiosa” interhumana, hijos de un Dios que es Padre de todos.

  1. Las mediaciones de la fe

El objetivo último de la educación en la fe y de la fe es el encuentro con Jesús y con su propuesta evangélica: encuentro al mismo tempo íntimo y personal, público y comunitario. En la fe se comprende que ese encuentro se realiza en primer lugar no por la vía educativa, sino gracias a la acción de Su Espíritu. Y, sin embargo, sigue siendo verdad que –en el misterio de la encarnación– lleva consigo todas las mediaciones propias del encuentro interpersonal, incluso las mediaciones de figuras y de existencias que saben entrar educativamente en este “misterioso” encuentro. Como indicaba Pablo VI: «El hombre contemporáneo escucha con más agrado a los testigos que a los maestros, y si escucha a los maestros lo hace porque son testigos» (Evangelii nuntiandi, nº 41).

CARLO NANNI