Artículos de opinión

Boletín 51

CAMINEMOS JUNTOS TRAS LAS HUELLAS DE FRANCISCO

El 23 de junio del año 2017, se publicó en la página de la Conferencia Episcopal de Colombia una breve reflexión que escribí con motivo de la visita apostólica del papa Francisco al país, la cual titulé: “Dar el primer paso: ¿Hacia dónde?”. En dicha reflexión, propuse caminar juntos como sociedad hacia la conversión, el amor y el seguimiento al resucitado. Sin embargo, después de dos años de esta visita apostólica, quedan tareas pendientes pese al esfuerzo que han hecho varios sectores de la sociedad entre ellos la Iglesia. Una de estas tareas, es transformar por completo ese orden social que engendra injusticia, violencia, odio y muerte, que deja de lado el compromiso por la defensa de los derechos humanos y perpetúa la Colombia escondida detrás de las montañas. Ese orden que en ocasiones nos ha robado la alegría, la esperanza, la reconciliación, la cultura del encuentro y la paz. Al respecto, el Papa Francisco en su visita a la ciudad de Villavicencio (Colombia), manifestó que “todo esfuerzo de paz sin un compromiso sincero de reconciliación siempre será un fracaso” (cf. Misa en Villavicencio, septiembre 8 de 2017). Como muestra, hoy tenemos la reorganización del grupo guerrillero las FARC-EP (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo), lo cual representa más sufrimiento, dolor y muerte. En efecto, mientras la guerra sea un negocio lucrativo para unos pocos, la paz seguirá siendo una utopía porque “una paz que no surja como fruto del desarrollo integral de todos, tampoco tendrá futuro y siempre será semilla de nuevos conflictos y de variadas formas de violencia” (Evangelii Gaudium, 219). Por ello, es necesario insistir en la conversión, el amor y seguimiento al resucitado para caminar juntos hacia la Colombia que queremos. En consecuencia, debemos convertirnos de todo aquello que legitima un orden social injusto hacia los vulnerables y vulnerados; apostarle al amor como ley de vida que corresponde al reino de Dios (Mc 12, 28-31; Lc 14, 12-14), que permite alcanzar la vida eterna (Lc 10, 25-28) y, en palabras de Ignacio Ellacuría, que nos exhorta a hacernos cargo de la realidad sufriente de nuestro prójimo, cargar con ella y encargarse de ella; y siguiendo al resucitado, construimos un orden social más justo, incluyente, humano y reconciliado. Para concluir, propongo como mensaje de esperanza las palabras de despedida del papa Francisco en la ciudad de Cartagena (Colombia): “Colombia, tu hermano te necesita, ve a su encuentro llevando el abrazo de paz, libre de toda violencia, esclavos de la paz, para siempre” (cf. Palabras de despedida del Santo Padre, septiembre 10 de 2017). Que nada ni nadie nos robe la oportunidad de construir juntos el país que soñamos y queremos; la decisión es nuestra.

Ismael José González-Guzmán
PhD (c) Coordinador Académico
Centro Fuego Nuevo
Facultad de Estudios Bíblicos, Pastorales y de Espiritualidad
Corporación Universitaria Minuto de Dios UNIMINUTO, Bogotá
ismael.gonzalez@uniminuto.edu

 

JÓVENES CATÓLICOS VOLUNTARIOS: UN EJEMPLO DE LA CARIDAD EFECTIVA COMO VALOR QUE PROVEE DE SENTIDO Y SIGNIFICADO

A través de la investigación sobre participación de jóvenes católicos en acciones de voluntariado social, la cual, además de ser mi tesis de maestría (Maestría en comunicación, desarrollo y cambio social en la Universidad Santo Tomás), es un trabajo realizado para el Observatorio de la Arquidiócesis de Bogotá, como respuesta a la urgencia de comprender desde la Iglesia Católica la complejidad de las realidades juveniles en la ciudad, he transitado por el asunto que será objeto de esta reflexión: para estos jóvenes, sujetos de la investigación, que son en su mayoría líderes de iniciativas en favor de poblaciones altamente vulnerables, la caridad vivida a través de experiencias concretas de voluntariado, se convierte en valor fundamental que les provee la vida de sentido y significado: “(…) mi cabeza y mi conciencia no pueden estar tranquilos mientras haya gente muriéndose de hambre mientras haya gente que está sufriendo, mientras haya gente con pobreza y no solamente pobreza económica y monetaria porque pues yo estoy en la universidad y ahí me di cuenta qué es una persona que tiene dinero con todas las oportunidades y se bota de un último piso porque no le encuentra sentido la vida” Iván, 27 años. Este dato resulta significativo si se tiene en cuenta que vivimos en una sociedad donde la caridad ha perdido valor, en tanto se le relaciona con el asistencialismo, entendido como una forma de ayuda que no se enfoca en atender las causas estructurales que producen los diversos tipos de pobreza, sino que provee de soluciones paliativas a situaciones humanitarias verdaderamente dramáticas. Así vista, la caridad se pone en el plano de una acción puntual que no mira de frente la dignidad del ser humano. Sin embargo, estos jóvenes nos plantean un cambio en el horizonte de comprensión acerca de la caridad efectiva no solo como valor fundamental, sino como forma de vida que se materializa en el reconocimiento del otro como hermano, como amigo, como prójimo, como ser humano digno. Muchos de ellos, profesionales, con estudios de educación superior – pregrados y postgrados – en reconocidas universidades de Bogotá, con posibilidades económicas que les permitirían vivir cómodamente dentro de unas lógicas de confort y consumo, jóvenes que no superan los 30 años, han encontrado el sentido de su vida en un amor capaz de donarse al otro, en un servicio totalmente volcado a la transformación de las condiciones de miseria en las que viven muchas personas y han respondido a la vocación que los llama a dejarlo todo para salir al encuentro del dolor que habita y transita las calles, los barrios y las comunidades que han sido abandonadas y descartadas por todos: “(…) las personas que sufren se convierten en nuestros amigos; no hacemos un asistencialismo, al contrario, ellos son los que nos asisten; lo mismo que dice el papa Francisco, no hay protagonistas, el protagonista es el abrazo. No nos tienen por encima, ni ellos están por encima de nosotros, la amistad es lo que nos une y ellos se convierten en nuestra familia”. Paula 28 años En silencio, con las uñas, pero siempre alegres y en contravía de lo que muchos estudios dicen hoy sobre una juventud que no tiene esperanza, estos jóvenes nos muestran que la caridad capaz de superar el asistencialismo es verdaderamente transformadora de las personas y de las comunidades. Ojalá que nuestra sociedad tuviera la capacidad de comunicar y poner en evidencia estos signos de cambio que nos llenan de esperanza aun en medio del desolador panorama de deshumanización en el que vivimos hoy.

Farash Valeria Contreras Rodríguez
Docente de Formación Humano Cristiana
Fundación Universitaria Unimonserrate Investigadora
Observatorio Arquidiócesis de Bogotá
fvcontreras@unimonserrate.edu.co