Novedad

novedad

“En la realización de la obra evangelizadora tampoco conviene olvidar que algunos conceptos y palabras, con los que tradicionalmente ha sido realizada, han llegado a ser casi incomprensibles en la mayor parte de las culturas contemporáneas. Conceptos como el de pecado original y sus consecuencias, redención, cruz, necesidad de la oración, sacrificio voluntario, castidad, sobriedad, obediencia, humildad, penitencia, pobreza, etc. han perdido en algunos contextos su original sentido positivo cristiano. Por eso la Nueva Evangelización, con extrema fidelidad a la doctrina de la fe enseñada constantemente por la Iglesia y con un fuerte sentido de responsabilidad respecto del vocabulario doctrinal cristiano, debe ser capaz también de encontrar modos idóneos de expresarse hoy en día, ayudando a recuperar el sentido profundo de estas realidades humanas y cristianas fundamentales, sin que por ello deba renunciar a la formulación de la fe, ya fijada y adquirida, que se contiene de modo sintético en el Credo (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, No. 171)”[1].

Para Benedicto XVI la Evangelización es “Nueva” no en los contenidos sino en el impulso interior, abierto a la gracia del Espíritu Santo, que constituya la fuerza de la ley nueva del Evangelio y que renueva siempre a la Iglesia; “nueva” en la búsqueda de modalidades que correspondan a la fuerza del Espíritu Santo y sean adecuadas a los tiempos y a las situaciones; “nueva” porque es necesaria incluso en países que ya han recibido el anuncio del Evangelio”[2].

El Papa Francisco reafirma que Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre[3], pero su riqueza y hermosura son inagotables. Aunque la Iglesia atraviese épocas oscuras y debilidades, Él puede siempre renovar nuestra vida y nuestra comunidad, puede romper los esquemas y sorprendernos con su divina creatividad. La novedad de la acción evangelizadora brota cada vez que intentamos volver a su fuente y recuperar su frescura original, y así aparecen nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos elocuentes y palabras cargadas de profundo significado para el mundo actual. Toda acción evangelizadora auténtica es nueva, pero no es una tarea heroica personal sino un impulso del Espíritu de Dios que misteriosamente quiere suscitar, inspirar, provocar, orientar y acompañar de múltiples formas[4] la misión de la Iglesia. Él es quien da a la Iglesia el valor de perseverar en todos los tiempos, fiel a su verdad, y también de buscar nuevos métodos de evangelización, para llevar el mensaje de Jesús hasta los extremos confines de la tierra[5] a los hombres de todos los tiempos.

La Nueva Evangelización es volver al amor primero del que habla el Apocalipsis en la carta a la Iglesia de Éfeso; está encaminada a hacer posible que el hombre y la mujer de esta sociedad secularizada vuelvan a sentir la alegría de la presencia, de la cercanía y del amor de Dios en sus vidas. La novedad hay que buscarla en el Evangelio mismo, que es la Buena Nueva que se proclama sin cesar, el anuncio del Reino de Dios que ha llegado a nosotros. La novedad no radica en lo temporal, como aquello que surge o aparece por primera vez, sino en lo cualitativo (atrayente, maravilloso, lleno de vida) del mensaje; esa novedad debe estar profundamente arraigada en el corazón de quien la anuncia, que debe estar enteramente enamorado del Señor. La Palabra de Dios, fuente de la vida cristiana, muestra su novedad al interpelarnos hoy como lo ha hecho con los hombres de todos los tiempos.

El Papa San Juan Pablo II, para explicar los parámetros en los cuales se enmarca la nueva evangelización acuñó unas expresiones que se tornaron clásicas al referirse al nuevo impulso misionero que debe tener la tarea evangelizadora: nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión.

“Nueva en su ardor” se trata del entusiasmo, la alegría, el vigor y la convicción con los que se anuncia el Evangelio. La clave está en que quien hace el anuncio de Cristo sea un “hombre nuevo”, alguien que haya aceptado la conversión y esté profundamente unido a él para lograr la santidad. Este nuevo ardor es volver a predicar como lo hicieron los primeros discípulos que transformaron el mundo, es decir, con lo que el lenguaje neotestamentario llama la parresía: la valentía para no callar la verdad, la audacia para ir hacia aquellos que hasta el momento no quieren escuchar, el obrar impulsados por el fuego del amor divino, como lo hicieron el apóstol san Pablo y los mártires del inicio de la Iglesia, que no se acobardaron ante los azotes, la cárcel o la muerte misma.

“Nueva en sus métodos” se trata de una verdadera renovación pastoral, para dejar de lado los métodos ya caducos, para buscar la calidad y la profundidad en el modo de anunciar el Evangelio, con verdaderos procesos evangelizadores, como lo hizo Jesús con sus discípulos, pero con las herramientas de comunicación de la actualidad. Significa poner todo lo que esté a nuestro alcance para pasar de una pastoral de conservación a una pastoral misionera, que salga al encuentro de los alejados y, en fidelidad al Espíritu Santo, busque responder con valentía y audacia a los desafíos que se presentan para el cumplimiento de la misión de la Iglesia. De ahí la necesidad de una gran creatividad y de una “conversión pastoral”, que tenga en cuenta el contexto histórico en el que vive la Iglesia, lo cual debe llevar a vivir y promover una espiritualidad de comunión y participación, en la que se dé amplio espacio al dinamismo de los laicos para que ejerzan su liderazgo y su responsabilidad eclesial, especialmente los jóvenes.

En la era digital en la que nos encontramos hay que tener en cuenta, como nos dice Benedicto XVI, que “las nuevas tecnologías no modifican sólo el modo de comunicar, sino la comunicación en sí misma, por lo que se puede afirmar que nos encontramos ante una vasta transformación cultural”.

“Nueva en su expresión” se trata de buscar un lenguaje que, sin traicionar el sentido profundo de los misterios de nuestra fe, sea comprensible al mundo presente y se adapte a las diversas situaciones y a las diversas culturas. Esto exige revitalizar los lenguajes tradicionales que se han utilizado en la catequesis, en la liturgia y en los demás medios de comunicación de la fe. La Iglesia debe entrar en diálogo con la cultura actual para romper las distancias que separan al hombre de hoy de las riquezas del Evangelio y hacerle sentir la cercanía y deseo de solidaridad y comunión que inspira la catolicidad de la Iglesia. Iglesia y cultura actual se necesitan mutuamente. Exige, por consiguiente, que sea algo vivencial y, por lo tanto, es muy necesario que quien evangeliza dé testimonio con su vida y sea coherente con la fe que profesa. En los comienzos de la Iglesia los primeros cristianos convencieron por su testimonio de vida, por el servicio desinteresado a los demás y por el amor que se tenían: así creció la primera comunidad[6].

El adjetivo “nueva” hace referencia al cambio del contexto cultural y evoca la necesidad que tiene la Iglesia de recuperar energías, voluntad, frescura e ingenio en su modo de vivir la fe y de transmitirla. Las respuestas recibidas han mostrado que esta llamada ha sido acogida de distintas maneras en las diversas realidades eclesiales, pero el tono general es de preocupación. Se tiene la impresión que muchas comunidades cristianas no han percibido plenamente todavía la magnitud del desafío y la entidad de la crisis provocadas por este clima cultural también dentro de la Iglesia. A este respecto, se espera que el debate sinodal ayude a tomar conciencia, en modo maduro y profundo, de la seriedad de este desafío con el cual nos estamos confrontando. Más profundamente, se espera que la reflexión sinodal se amplíe al tema del fenómeno de la secularización, sobre los influjos positivos7 y negativos ejercidos sobre el cristianismo, sobre los desafíos que pone a la fe cristiana.

Evangelización permanente, que renueva su ardor, sus métodos y expresiones pero conserva la esencia de su verdad inalterada e inalterable.


[1] Castrillón, D. (1999), p. 9.

[2] Cfr. Benedicto XVI. (2010). Homilía Solemnidad de los apóstoles San Pedro y San Pablo.

[3] Cfr. Hb. 13, 8.

[4] EG No. 11.

[5] Cfr. Francisco. (2013). Audiencia al Colegio Cardenalicio.

[6] Cfr. Ruiz, O. (2012). pp. 125-160.

[7] «En cierto sentido, la historia viene en ayuda de la Iglesia a través de distintas épocas de secularización que han contribuido en modo esencial a su purificación y reforma interior»: BENEDICTO XVI, Discurso durante el Encuentro con los católicos comprometidos en la Iglesia y la sociedad (Friburgo, 25 de septiembre de 2011): AAS 103 (2011) 677.

Contenidos esenciales

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1. Conversión

En relación a los contenidos de la nueva evangelización, antes que nada se debe tener presente que no se puede escindir el Antiguo del Nuevo Testamento. El contenido fundamental del Antiguo Testamento está resumido en el mensaje de Juan Bautista: ¡Convertios!

2. El Reino de Dios

En la llamada a la conversión está implícito – como una condición fundamentalmente propia – el anuncio del Dios viviente. El teocentrismo es fundamental en el mensaje de Jesús y también debe ser el corazón de la nueva evangelización. La palabra clave del anuncio de Jesús es: Reino de Dios.

3. Jesucristo

Con esta reflexión el tema de Dios se ha ya extendido y concretizado en el tema Jesucristo: Sólo en Cristo y a través de Cristo el tema de Dios se vuelve realmente concreto: Cristo es el Emmanuel, el Dios-con-nosotros – la concretización del “Yo soy”, la respuesta al Deísmo. Actualmente es grande la tentación de reducir Jesucristo, el Hijo de Dios, sólo a un Jesús histórico, a un hombre puro.

4. La vida eterna

Un último elemento central de toda evangelización verdadera es la vida eterna. Actualmente debemos con nueva fuerza anunciar en la vida diaria nuestra fe. Quisiera mencionar aquí solamente un aspecto muchas veces descuidado de la predicación de Jesús: El anuncio del Reino de Dios es anuncio del Dios presente, del Dios que nos conoce y nos escucha; del Dios que entra en la historia para hacer justicia.

Para leer más…

Evangelii gaudium

El CENTRO DE FORMACIÓN PARA LA NUEVA EVANGELIZACIÓN, de Uniminuto Sede Principal, se complace en entregar a Ustedes, a través de esta herramienta digital, una sencilla pero completa presentación de la Exhortación Apostólica EVANGELII GAUDIUM del Santo Padre Francisco.

 

Anhelamos, con este  trabajo, que todos los cristianos se sientan “invitados a una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría del Evangelio” (EG 1)

Papa Francisco

Clima

El Papa San Juan Pablo II habló de una evangelización nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión[1]. En primera instancia, planteó que la Iglesia necesita el fuego del Espíritu para experimentar el clima de Pentecostés[2], caracterizado por un ardor especial que nos torna fervientes en el Espíritu y nos impulsa a hablar de Jesús[3]. El Documento de Santo Domingo, que recoge la doctrina de San Juan Pablo II, afirma:

“Jesucristo nos llama a renovar nuestro ardor apostólico. Para esto envía su Espíritu, que enciende hoy el corazón de la Iglesia. El ardor apostólico de la Nueva Evangelización brota de una radical conformación con Jesucristo, el primer evangelizador. Así, el mejor evangelizador es el santo, el hombre de las bienaventuranzas (cf. Rm 90 -91). Una evangelización nueva en su ardor supone una fe sólida, una caridad pastoral intensa y una recia fidelidad que, bajo la acción del Espíritu, genere una mística, un entusiasmo incontenible en la tarea de anunciar el Evangelio y capaz de despertar la credibilidad para acoger la Buena Nueva de la Salvación”[4].

La Iglesia necesita predicar con entusiasmo, alegría, vigor, convicción, valentía y parresía. Al respecto, el Papa Francisco expresó la necesidad de una Iglesia que vuelva a traer calor, que tenga ministros capaces de enardecer el corazón de los fieles[5].

Explicación del Padre Diego Jaramillo


[1] Cfr. San Juan Pablo II. (1983). Discurso a la Asamblea del CELAM en Haití.

[2] Cfr. San Juan Pablo II. (1998). Homilía Domingo de Pentecostés No. 2

[3] Cfr. Rom. 12, 11.

[4] SD No. 38.

[5] Cfr. Francisco. (2013). Encuentro con el Episcopado Brasileño.

Espiritualidad

El Papa San Juan Pablo II expresó su deseo de que la Iglesia viva la espiritualidad de Pentecostés: “Deseo que la espiritualidad de Pentecostés se difunda en la Iglesia, como renovado impulso de oración, de santidad, de comunión y de anuncio”[1] del Evangelio. En esta afirmación se comprende que toda la Iglesia está llamada a vivir una relación cercana con el Espíritu Santo, de manera que viva un Pentecostés permanente que aliente su misión.

Explicación del Padre Diego Jaramillo


[1] San Juan Pablo II. (2004). Homilía Primeras Vísperas de la Solemnidad de Pentecostés, No. 3.

Pentecostés

Jesucristo no solamente nos ha revelado al Padre amoroso, sino que también ha sido Él mismo quien se ha ofrecido como víctima, mediador y redentor de la humanidad; ha dejado su Espíritu, como promesa del Padre, para que podamos llevar a cabo la misión que nos ha encomendado. El Evangelio según San Juan destaca que Jesús al morir entregó el Espíritu[1]. El día de la Pascua, Jesús aparece resucitado en medio de sus discípulos y sopla sobre ellos el Espíritu Santo para llenarlos de paz y enviarlos en su nombre[2]. Luego, en Jerusalén, la efusión en forma de lenguas de fuego sobre los discípulos el día de Pentecostés[3] los llevó a hablar en otras lenguas de las maravillas del Señor.

Desde entonces la Iglesia vive un Pentecostés permanente[4], que renueva y fortalece sus dones, carismas, ministerios y su impulso misionero.

El Papa Juan XXIII, al convocar el Concilio Ecuménico Vaticano II, exhortó a orar en todo el mundo y a pedir la experiencia universal de un nuevo Pentecostés. Su sucesor, Pablo VI, en la exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi recordó que el Espíritu Santo es el alma de la Iglesia, es quien nos recuerda las enseñanzas y el ministerio de Jesús y quien actúa hoy en cada evangelizador que permita que lo guíe y ponga las palabras en sus labios; también es Él quien dispone los corazones para que acojan la Buena Nueva y el Reino de Dios[5].

El Papa San Juan Pablo II se refirió en repetidas ocasiones a la necesidad que tiene la Iglesia de renovarse con la fuerza del Espíritu Santo. En el discurso inaugural de la IV Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Santo Domingo dijo que el Espíritu del Señor guía la Iglesia a la plenitud de la verdad y la rejuvenece con la palabra revelada, como en un nuevo Pentecostés. Además exhortó a toda América a abrirse a Cristo y a acoger al Espíritu, para que en todas sus comunidades tuviera lugar un nuevo Pentecostés y surgiera una humanidad nueva y dichosa[6].

El Papa Benedicto XVI, en el marco de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida, también invitó a pedir la luz del Espíritu: “Vamos a pedir que la venida del Espíritu Santo sea para todos como un nuevo Pentecostés, a fin de iluminar con la luz de lo alto nuestros corazones y nuestra fe”[7]. De igual forma, los obispos expresaron la espera de un nuevo Pentecostés que libere de la fatiga, la desilusión y la acomodación al ambiente, que renueve la alegría y la esperanza para salir al encuentro de las personas y compartirles el don del encuentro con Cristo[8].

El Papa Francisco comentó que la experiencia eclesial de Aparecida se dio en un contexto de oración y vivencia de fe donde surgió el deseo de un nuevo Pentecostés para la Iglesia y el compromiso de la Misión Continental como extensión práctica de las reflexiones planteadas en la Conferencia[9].

En consecuencia, tenemos una misión dada por Jesús que nos exige responder a desafíos planteados por las épocas y los hombres de todos los tiempos. El Espíritu Santo siempre ha venido en nuestro auxilio, con nuevas formas de evangelizar. Hoy queremos responder a las problemáticas de la Iglesia y de la sociedad con una espiritualidad, un clima, una cultura y un idioma como expresión de un nuevo y permanente Pentecostés.

El Espíritu Santo: Principal agente de la Nueva Evangelización

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Fuente: Elaboración propia

1. Todo el misterio cristiano se expresa en la cruz porque por ella Cristo nos obtuvo la redención, la salvación y nos regaló su Espíritu Santo, “protagonista de toda iniciativa y manifestación de fe”[10]. El Papa San Juan Pablo II utilizó la expresión Nueva Evangelización por primera vez en Nowa Huta, no desde el enfoque de una “nueva ciudad” según el concepto empresarial de Polonia, sino desde la cruz, como clave interpretativa de los cambios que se produjeron en el umbral del nuevo milenio. “La cruz está elevada sobre el mundo que avanza”[11].

2. El Papa San Juan Pablo II, al hablar de la acción del Espíritu Santo, subrayó: la espiritualidad de Pentecostés, que debe caracterizar a la Iglesia; la cultura de Pentecostés, que impregna la civilización cristiana; el clima de Pentecostés, entusiasmo y ardor de los evangelizadores, y el idioma de Pentecostés, mensaje de salvación para toda la humanidad.

 



[1] Cfr. Jn. 19, 30.

[2] Cfr. Jn. 20, 21-22.

[3] Cfr. Hch. 2,1-13.

[4] Cfr. Jaramillo, D. (2011), p. 15.

[5] Cfr. EN No. 75.

[6] Cfr. San Juan Pablo II (1992). Discurso inaugural IV Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Santo Domingo, República Dominicana, Nos. 30 y 31.

[7] Benedicto XVI. (2007). Homilía en la Misa de Inauguración V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Santuario de Nuestra Señora de la Concepción, Aparecida, Brasil.

[8] Cfr. DA Nos. 362 y 548.

[9] Francisco. (2013). Encuentro con el Comité de Coordinación del CELAM.

[10] Francisco. (2013). Audiencia al Colegio Cardenalicio.

[11] Cfr. San Juan Pablo II. (1979) Homilía de la Santa Misa para los Obreros de Nowa Huta. La construcción del barrio de Nowa Huta en Cracovia respondió a un intento del gobierno socialista de construir un barrio moderno donde se evidenciara con fuerza la ideología atea. Los obreros católicos se empeñaron en construir una enorme cruz como signo de su fe y rechazo del comunismo ateo (Cfr. Wikipedia). Con la cruz de Nowa Huta comienza la Nueva Evangelización (Cfr. www.juanpablo2do.blogspot.com).

Jesucristo nos envía a Evangelizar

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Jesús se acercó y les dijo:

—Dios me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos a los habitantes de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y sepan ustedes que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo (Mt. 28, 18-20).

Fieles a la misión encomendada, los apóstoles transmitieron su experiencia personal, hicieron nuevos discípulos y proclamaron como testigos la vida, muerte y resurrección de Jesús. Este primer anuncio o kerygma transmitido por ellos produjo muchos frutos de conversión, así creció cada vez más el número de creyentes[1] y se extendió progresivamente el mensaje a las naciones. Hoy aún es necesario que muchos que no conocen al Señor, o le conocen solamente de oídas[2], tengan un encuentro personal con Él; también que quienes han tenido dicho encuentro lo renueven constantemente, pues únicamente Jesús guía la existencia humana hacia su plenitud. En este sentido, el kerygma no es solamente una etapa sino el hilo conductor de un proceso que cada vez madura al discípulo de Cristo; sin él no se pueden garantizar otros aspectos de este proceso. Es necesario contar con corazones sinceramente convertidos al Señor, que tengan una iniciación cristiana verdadera y puedan dar un testimonio creíble; no obstante, por más adelante que se lleve cualquier proceso pastoral, la Iglesia no puede prescindir de la fuerza del kerygma en ninguna de sus acciones[3].

En la Quinta Conferencia General del Episcopado de América Latina y del Caribe realizada en Aparecida, Brasil, en 2007, los obispos insistieron en la necesidad que tienen las personas de una iniciación cristiana a través de la experiencia kerygmática, como base sólida para la maduración de la fe, y expresaron su sentir urgente de que ésta conduzca a un encuentro personal, cada vez mayor, con Jesucristo (Dios y hombre) y de que lleve a la conversión, al seguimiento eclesial y a una práctica madura de los sacramentos, el servicio y la misión[4] por parte de las personas.

El kerygma es la base desde la cual los demás elementos de la vida cristiana (sacramentos, catequesis, doctrina, etc.) adquieren su verdadero y profundo significado. Quien ha experimentado el amor de Dios puede convencerse de ese amor y desear transmitirlo y enseñarlo a los demás. El kerygma nos lleva a tomar consciencia del amor vivificador de Dios a través del sacrificio y la resurrección de Cristo, y esto es lo primero que debemos anunciar y escuchar, pues la gracia es lo primero en la vida cristiana y en la acción evangelizadora[5].

La catequesis, la acción evangelizadora y todo intento de renovación eclesial no pueden perder ni omitir el entusiasmo y la parresía[6] despertados por la aceptación del kerygma. En él se evidencia la acción de la Divina Trinidad: la luz del Espíritu que nos lleva a creer en Jesucristo, quien en su muerte y resurrección nos revela la misericordia infinita del Padre. No hay que pensar que en la catequesis se deja el kerygma por una formación más sólida, porque no hay nada mayor a este anuncio. Toda formación es una profundización del kerygma. Este anuncio en el tiempo de hoy debe tener algunas características como: expresar el amor salvífico de Dios antes que la obligación moral o religiosa, que no imponga la verdad y promueva la libertad, que sea alegre, estimulante, vital e integre más el Evangelio que cualquier filosofía. De esta forma, el evangelizador debe hacerse cercano, dialogar, tener paciencia y acoger cordialmente a las personas, de manera que en ningún momento se sientan señaladas o juzgadas[7].

La proclamación del kerygma también tiene importantes repercusiones comunitarias y sociales: “El kerygma tiene un contenido ineludiblemente social: en el corazón mismo del Evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los otros. El contenido del primer anuncio tiene una inmediata repercusión moral cuyo centro es la caridad”[8]. De esta manera, la transmisión de la buena nueva y la enseñanza de la fe deben partir de un kerygma vivido y proclamado constantemente por personas que se declaran hijos de Dios y miembros de la Iglesia.

La razón de ser de la Iglesia es la evangelización[9], y cada creyente está llamado a ser discípulo misionero, según lo expresaron los obispos en Aparecida y lo ha recalcado el Papa Francisco en repetidas ocasiones. Sin embargo, esta misión no puede llevarse a cabo solamente con las capacidades y fuerzas del hombre, por lo que el Señor Jesús nos ha dejado su Espíritu, poder de lo alto que viene en nuestra ayuda para que digamos lo que debemos decir[10] en el momento justo, y para que nuestras palabras se basen más en el poder de Dios que en la sabiduría humana[11].


[1] Cfr. Hch. 2, 47.

[2] Cfr. Job 42, 5.

[3] Cfr. DA No. 278, lit. a.

[4] Cfr. DA No. 289.

[5] Cfr. DA No. 348.

[6] El significado fundamental de parresía es el de «libertad para decirlo todo»; de aquí las diversas modulaciones de su significado: franqueza, valentía, libertad confiada (Cfr. Hch. 5, 28 ss).

[7] Cfr. EG No. 164-165.

[8] EG No. 177.

[9] Cfr. EN No. 14.

[10] Cfr. Lc. 12, 12.

[11] Cfr. 1 Cor. 2, 4-5.

Fundamento Teológico

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Es el conjunto de principios en los que se basa el concepto de Nueva Evangelización

Colombia

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Esos mismos problemas que afectan al mundo, y en especial a Latinoamérica, han sido abordados por la Conferencia Episcopal de Colombia. Según el diagnóstico realizado en el Plan Global 2012-2020, en el país encontramos algunas luces y sombras[1] que determinan el contexto en el que debemos responder al llamado de la Iglesia para una Nueva Evangelización.


En la sociedad se presentan algunas sombras que influyen en el ámbito religioso como: el proceso de secularización que invita a vivir sin relación con la Trascendencia, el sincretismo y el esoterismo como ofertas de espiritualidad, la multiplicación de sectas y movimientos religiosos no católicos, el afán que tienen algunas personas de experiencias sensibles de lo sobrenatural, el vago espiritualismo tradicionalista o fundamentalista, la ignorancia, indiferencia y abierto rechazo al Catolicismo y la difusión de modelos erróneos de valores y de estilos de vida por parte de los medios de comunicación.


En la Iglesia se dan algunos aspectos que deben mejorarse como la separación entre fe y vida, los sacramentos vividos como eventos sociales o tradiciones culturales, la falta de formación en todos los niveles eclesiales (especialmente en el laicado), el ritualismo y la falta de respuestas concretas a las necesidades y desafíos de la familia y la juventud.


Por otra parte, el ansia y la necesidad de Dios y la globalización, que permite el acceso al conocimiento y el ejercicio de la solidaridad a través de los medios tecnológicos que facilitan la recepción de la información y la comunicación, abren la puerta a la labor evangelizadora de la Iglesia.


La Iglesia tiene fortalezas que responden a los desafíos de hoy. Por ejemplo, entre los fieles va en aumento el número de católicos convencidos y maduros, existen procesos y planes pastorales estructurados y con resultados concretos, sigue adelante la Misión Continental como misión permanente, hay parroquias que son comunidad de comunidades y tienen procesos catequéticos sólidos, existen familias transmisoras de la fe, se practica la Lectio Divina, hay mayor presencia y compromiso de los laicos, se organizan movimientos y asociaciones, se evidencia una pastoral articulada y de conjunto, se genera cada vez mayor consciencia de una suma de fuerzas que permita realizar una evangelización más efectiva, se da una constante confrontación con nuevos escenarios que enriquece la visión de evangelización, hay generosidad, celo apostólico, espíritu misionero y testimonio de vida creíble dado por los miembros comprometidos.


En el ámbito político la sociedad colombiana tiene algunos problemas como el conflicto armado y la violencia, la corrupción y las incoherencias en las decisiones judiciales, la marginación y la discriminación, la falta de cultura de participación y responsabilidad ciudadana, los fraudes electorales y las malas prácticas de gobierno, los intereses estrictamente económicos, el desplazamiento, el secuestro y las infracciones contra los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario.


Sin embargo, algunas luces que facilitan la labor evangelizadora de la Iglesia son: los progresos en la consolidación del Estado Social de Derecho (seguridad, transparencia, lucha contra la corrupción, combate contra la impunidad), el avance contra el analfabetismo, la participación ciudadana cada vez más significativa de mujeres, indígenas y afrodescendientes. Desde lo legislativo se hace un esfuerzo por la política con responsabilidad y por cerrar el paso a los vicios electorales, existen nuevas legislaciones a favor de los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario (ley de reparación de víctimas y ley de restitución de tierras para la reconciliación) y atención integral del Estado a los desplazados en consonancia con la ONU.


La Iglesia puede aportar en la solución o el alivio de estos conflictos con algunas acciones como: la formación de líderes políticos desde las bases del Evangelio, fomentar la democracia participativa y la responsabilidad ciudadana desde el concepto de Pueblo de Dios, con un testimonio honesto de políticos que le devuelvan la credibilidad y participación a la población, con el ejercicio de la caridad y la atención a las víctimas del conflicto como atención a los rostros sufrientes de Cristo, con la promoción y acompañamiento en la restitución de los derechos de los desplazados y la liberación de los secuestrados del país.


En el ámbito económico algunas sombras que se presentan son: El mercado como fin y no como economía solidaria, la concentración del poder y la riqueza en manos de unos pocos, el país no está suficientemente preparado legislativamente ni en infraestructura para ser lo suficientemente competitivo, es necesario conseguir mejores niveles de empleos formales y con garantías de estabilidad, debe existir una regulación en la tenencia de tierra para reducir la inequidad, hay subutilización de las tierras aptas para la agricultura (lo que genera un problema de seguridad alimentaria), no hay armonía entre la minería y la conservación del ambiente y las condiciones sociales de las comunidades rurales, pueden existir riesgos en la aplicación de los TLC especialmente en el sector agropecuario que se deben estudiar, se amplía la inequidad entre ricos y pobres, y continúa el flagelo del narcotráfico.


Pueden ser luces en lo económico: el interés en los recursos y el potencial productivo de Colombia (materias primas, industria extractiva y cultivos biocombustibles) dentro de las ofertas del mercado, la mejora en los niveles de desempleo, la riqueza en la biodiversidad y los recursos naturales, los TLC que pueden presentar nuevos retos y oportunidades, y cada vez más se genera una concepción de desarrollo humano y sostenible.


Para el Papa Francisco es urgente el despertar de las conciencias a favor de los más necesitados. En el numeral 53 de la Evangelii Gaudium (que titula: “No a una economía de la exclusión”) insta a implementar una economía solidaria que responda a los necesitados. El reto para la Nueva Evangelización en Colombia en el ámbito económico es grande, pues en el país aún se viven condiciones difíciles de pobreza e inequidad. La Iglesia desde siempre se ha involucrado en proyectos sostenibles que generan recursos y ha ejercido su pastoral social para responder a los más pobres y necesitados; sin embargo, es necesario seguir adelante con iniciativas que logren impactar positivamente en la sociedad a este nivel.


En el ámbito cultural encontramos sombras como: la amenaza a la riqueza étnica y cultural por la violencia donde los grupos minoritarios son los más vulnerados (desplazados o confinados); las nuevas concepciones del ser humano y la vida desconocen los valores fundamentales cristianos y proponen un estilo de vida sin Dios; el relativismo moral y ausencia de criterios éticos llevan a la deshumanización y facilitan la corrupción; existe una constante amenaza al medio ambiente y a la biodiversidad (como el cambio climático, la contaminación y la degradación de los recursos naturales); la dignidad humana sigue supeditada a desarrollos socioeconómicos y culturales que condicionan el goce de los derechos; la deserción escolar se mantiene; los grandes desequilibrios en el sistema de salud, y la vulneración de los derechos fundamentales de las personas.


Entre las luces de la cultura que determinan el contexto para una Nueva Evangelización se encuentra: variedad étnica, religiosa, de costumbres, tradiciones y formas de vida; la abundancia de recursos naturales, innovaciones científicas y tecnológicas que permiten una mejor calidad de vida en varios sectores de la población; revolución en la tecnología de las comunicaciones para nuevas expresiones culturales y nuevas redes globalizadas de relaciones; los esfuerzos para garantizar el acceso universal a la educación, y una mayor cobertura en la salud (SISBÉN y POS).


La Iglesia debe producir nuevas formas de comunicar el mensaje de salvación en medio del complejo panorama cultural actual. Todas las expresiones artísticas y culturales pueden sumarse a la labor evangelizadora, así como los medios de comunicación y las TIC que pueden ponerse al servicio de la misma. En cuanto a la educación, la Iglesia cuenta con variedad de entidades que durante muchos años han colaborado, pero que también se deben renovar en sus métodos y en la transmisión de valores cristianos y humanos. También la Iglesia puede aportar a la reflexión sobre el cuidado del medio ambiente y el sano aprovechamiento de los recursos naturales. Por último, a través del diálogo interreligioso y ecuménico la Iglesia se suma a la construcción de una sociedad más justa y armónica, en una voluntad y un trabajo continuo en el que se esperan cada vez mejores resultados.


De esta manera, todo esfuerzo de la Iglesia para realizar una Nueva Evangelización en el mundo de hoy, y en particular en Colombia, deberá tener en cuenta las luces y sombras aquí presentadas.


[1] Cfr. PG.

Características del mundo actual que debe enfrentar la Iglesia

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El mundo actual en sus diferentes dimensiones presenta algunas características que afectan a la Iglesia y a la sociedad. En distintos documentos la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, ha expuesto las realidades en las que en la actualidad se debe llevar a cabo una nueva etapa de la Evangelización.

En medio del veloz avance del secularismo, existen iglesias de antigua fundación que necesitan hoy de nuevos impulsos de evangelización para oxigenar la fe de los creyentes, y zonas casi descristianizadas en las cuales se necesita de un renovado primer anuncio del Evangelio[1].

Por supuesto, cada región exige una visión específica de su realidad y la Iglesia debe tomar las respectivas medidas de acuerdo a las necesidades de las personas. Al respecto, el Papa Francisco ha invitado a hablar con el hombre de hoy, de manera especial con las nuevas generaciones, para responder a sus situaciones existenciales en la gran variedad de escenarios propuestos por nuestro contexto. El Papa nos exhorta a salir de la “cultura de siempre” y a dejar la fuerza del Espíritu Santo actúe a través del anuncio del mensaje de salvación en el idioma de cada cultura[2].

Si bien la necesidad de un nuevo impulso misionero es común en el mundo entero, la diversidad de situaciones exige un atento discernimiento, una Nueva Evangelización, que no responde a una fórmula única para todas las circunstancias. Sin embargo, hay que partir de que la primera tarea siempre será ser dóciles a la obra del Espíritu del Resucitado, quien acompaña a los evangelizadores y dispone el corazón de quienes escuchan el mensaje. Antes de proclamar la Palabra es necesario tener una experiencia profunda de Dios[3].

En resumen, podemos destacar algunas causas por las que la Iglesia debe implementar nuevas estrategias de evangelización: la progresiva descristianización de países de antigua tradición de fe, el ambiente de secularismo que invade la sociedad (algunas personas se separan radicalmente de lo religioso, se vive como si el mundo fuera autónomo y no se necesitara de Dios y/o Éste fuese una hipótesis inútil que coarta la libertad del hombre), el aumento de grupos no católicos y la multiplicación de espiritualidades no cristianas (como la nueva era, los sincretismos y sectas) y la pérdida de pertenencia eclesial (creyentes no practicantes o indiferentes).

Se suman a estas características del mundo otras como: la aparición de una nueva antropología (la del homo videns) basada en la cultura de la imagen, la confusión entre el mundo real y el virtual[4], la globalización (con sus efectos positivos y negativos), la primacía de lo inmanente sobre lo trascendente, la idea de la superación de la religión por la ciencia, el silencio obligado del cristianismo en la política (por una supuesta neutralidad) y el relativismo como sistema de pensamiento que niega lo absoluto de la verdad[5].


[1] Cfr. US, párr. 6.

[2] Cfr. Francisco. (2013). Discurso Encuentro con el Comité de Coordinación del CELAM.

[3] US párr. 7.

[4] “El ambiente digital no es un mundo paralelo o puramente virtual, sino que forma parte de la realidad cotidiana de muchos, especialmente de los más jóvenes”. Benedicto XVI. (2013). Mensaje del Santo Padre para la XLVII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Redes Sociales: portales de verdad y de fe; nuevos espacios para la evangelización.

[5] Cfr. Berzosa, R. y Galetto, G. (2012), p. 67-70.