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EVANGELIZACIÓN EN EL CONTEXTO DE LA PERSECUCIÓN EN TIERRAS ARABES

Comparto mi experiencia de vivir por más de 10 años en esas lejanas tierras árabes, en una pequeña ciudad llamada Dhahran, en la provincia Este de Al-Khobar. Un país y una ciudad de costumbres, creencias aún muy conservadoras sobre el Islam; religión que aun ejerce una fuerte influencia en la Política, cultura y Familia.

Arabia es parte de los países del Golfo Pérsico; ellos prefieren llamarlo “Golfo Arábigo”, donde el Gobierno está en cabeza del actual Rey Salman Bin Abdulaziz. Por ser un Reinado, el pueblo recibe mucha ayuda en vivienda, educación, trabajo, pero donde los derechos humanos son de manejo del Gobierno. Un país que ha estado en conflicto político y religioso durante siglos, donde la única religión hasta ahora aceptada oficialmente ha sido el Islam.

Tuve la bendición de vivir dentro de un campamento con mi familia. Allí, la vida es bastante parecida a occidente, con mayor libertad, tanto para los hijos como para las mujeres.  En este lugar no hay Iglesia si no Mezquitas y, de manera “oculta”, hay Sacerdotes Americanos de la comunidad Franciscana, quienes arriesgan su vida en la evangelización del pueblo de Dios.

Fue allí, precisamente, en ese pequeño pueblo árabe, en la capilla más pequeñita, más sencilla que puedan imaginar, donde sentí ese llamado del Señor y tuve un profundo proceso de conversión porque se experimenta a un Jesús que está vivo en la comunidad.

Allí era el lugar donde semanalmente venían a recibir la Eucaristía, cristianos de todas partes del mundo y de todos los lugares cercanos a Dhahran. Algunos recorrían trayectos de hasta dos horas en automóvil para recibir al menos un día a la semana, la presencia de Jesús en la Sagrada Eucaristía.

Tuve la bendición de ver comunidades tan fieles al Evangelio, que eso impactó mi vida e hizo un cambio en mi Fe. Comunidades muy humildes de la India, Filipinas, Pakistán, Europa, Estados Unidos, Latinoamérica. Tan unidas, tan llenas de amor y de fe, que dejaron una huella profunda en mi fe, transformando mi vida para siempre.

Esos largos 10 años vividos en tierras árabes fueron muy positivos en oportunidades y familia. Crecimos en muchos aspectos y sentimos de alguna manera que fue un tiempo de preparación que el Señor me dio.

También, fue un tiempo de angustia por el conflicto de la guerra civil en Siria; de tensión política con otros países vecinos como Yemen, Irán, Irak, etc. Por el conflicto religioso e histórico con Israel, hubo un periodo de tiempo en el que todos los países vecinos estaban en conflicto entre sí. Fue un tiempo de mucha tensión, donde ya había columnas de grupos terroristas como Al Qaeda, el grupo Yihadista en la región donde vivíamos. Veíamos desfiles de tanques de guerra por las calles atravesando el territorio árabe para ir a combatir a otros países. ¡Hubo varios intentos terroristas en el campamento donde vivíamos! En fin, fue una época de mucha tensión, de ver que los pueblos estaban viviendo cosas inimaginables, que no se muestran en los noticieros internacionales. ¡Una cruda realidad de conflicto armado, persecución y guerra!

Mi misión como mujer de fe del occidente, fue orar por la paz, por los niños que día a día quedaban huérfanos; orar por las familias y hogares destruidos por esa guerra que rodeaba a Arabia Saudita y que nos hacía testigos y nos invitaba, como comunidad católica conformada por personas de todo el mundo, a orar en el silencio y la clandestinidad para evitar añadir una persecución más a esa absurda guerra. Tuvimos suerte en esa época porque hoy en día están siendo perseguidos los cristianos. Hoy, comunidades católicas son asesinadas por profesar su fe en tierras donde reina el Islam. Ellos son los “mártires” de este siglo; auténticos cristianos dispuestos a entregar su vida por amor a Dios y al prójimo sin importar credo religioso, color de piel o denominación. ¡Por ellos siempre mi oración!

Así transcurrió mi vida y la de mi familia en esas tierras lejanas; tal vez por lo vivido, hoy valoro y atesoro lo importante y, descarto lo superfluo y sin sentido, con una claridad en mi mente y corazón de dejarme moldear cada día por las manos del Maestro y entregar mi vida a su servicio.

Por: Myriam Galindo

Bogotá, Colombia