VIOLENCIA, CONCIENCIA Y EVANGELIZACIÓN EN MÉXICO
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Evangelizar hoy, en México, implica combatir la cultura de la violencia y el descarte, por la afirmación de nuestra humanidad, para construir una cultura de paz, justicia y encuentro
Autor: Jorge Traslosheros H. | Fuente: El observador
En: Catholic.net
Tuve el gusto de participar en una mesa de diálogo en la Universidad Pontificia de México, junto con mis amigos María Aspe y Adrián Ruiz de Chávez. El ponente principal fue Rino Fisichella, presidente del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización. Su conferencia abundó sobre el reto que implica para el creyente la exigencia del laicismo de separar su vida pública y privada. Un asunto que lastima a la persona pues fragmenta su conciencia y transforma su existencia en un rompecabezas.
En mi opinión, el problema no sólo afecta a los creyentes y está en el corazón de la crisis cultural de México marcada por la violencia. Un reto ante el cual la Iglesia debe responder con inteligencia de cara a la nueva evangelización. Consideremos lo siguiente.
- La dictadura del relativismo induce la fragmentación de la conciencia en la persona, incapacitándola para actuar con coherencia y responder a los retos de una cultura deshumanizante. Produce individuos con personalidades moldeadas al gusto del mercado, aislados y sentimentalistas que confunden la libertad con el cumplimiento del deseo. Como diría Chesterton, dóciles al gran mercado y al gran Estado.
- En México, nuestra crisis cultural se expresa a través de la violencia, unas veces abierta y brutal, otras de baja intensidad. Su raíz está en la fragmentación de la conciencia personal y social que, en su expresión más patética provoca la globalización de la indiferencia y, en cualquier caso, desarticula los esfuerzos para combatirla, con eficacia, por medios racionales.
- Los valores que orientan nuestra conducta son consecuencia del concepto que tengamos del ser humano. Nuestra cultura reduce las personas a objetos de cambio, las enajena y destruye. Sus consecuencias las podemos observar, por ejemplo, en el abandono de las mujeres y el aborto, en el machismo, la violencia intrafamiliar y la crisis de la familia, en el tráfico de seres humanos, el narcotráfico, la corrupción privada y pública, en la explotación de los trabajadores.
- La cosificación es posible por la ausencia de una visión integral del ser humano. Así, observamos propuestas culturales y políticas incapaces de promover de manera armónica nuestra vida y dignidad. Unos defienden a los migrantes, mientras promueven el aborto; otros se oponen al aborto, pero ven con gusto la pena de muerte; otros más afirman la democracia, pero batallan contra la libertad religiosa. Estas y otras antinomias revelan hasta dónde la fragmentación de nuestra conciencia se ha convertido en alimento de nuestra crisis cultural.
- La Iglesia tiene la capacidad de proponer una cultura de justicia, paz y encuentro. Debe participar en el espacio público. Cuando los católicos hablamos de vida, familia, justicia, paz, libertad religiosa, educación, de la dignidad de la persona, lo que afirmamos es que son aspectos diversos de nuestra humanidad y, por ende, su promoción constituye una misma propuesta cultural.
- Esta propuesta es profundamente razonable y puede atraer a hombres y mujeres de buena voluntad. Es accesible a la razón prescindiendo incluso de la revelación. Y en esto no hay medias tintas. Se acepta la dignidad de nuestra vida sin regateos o nos deslizamos al absurdo de nuestra destrucción.
- Evangelizar hoy, en México, implica combatir la cultura de la violencia y el descarte, por la afirmación de nuestra humanidad, para construir una cultura de paz, justicia y encuentro. Los católicos tenemos un gran reto por delante y debemos asumirlo con gozo. La nueva evangelización nos urge.
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