7 RAZONES PARA TRABAJAR POR LA PAZ
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Autor: Carolina Requena Durán
Fecha: 11 de abril de 2017
En: Centro de Estudios Católicos
En los últimos días hemos sido testigos de tragedias que no pueden dejarnos indiferentes.
El 9 de abril, Domingo de Ramos, el Estado Islámico perpetró dos atentados en Egipto contra cristianos en los que murieron al menos 44 personas.
Por otro lado, el bombardeo aéreo de EE.UU. a una base en Siria, como represalia al ataque con armas químicas del 4 de abril, ha provocado una lluvia de reacciones en apoyo y en contra a nivel mundial.
A raíz de esto han surgido muchos llamados al diálogo y la paz por parte de distintos líderes, incluido el Papa Francisco que pidió rezar por la Paz de Siria en Semana Santa.
Para algunos la opción de bombardear fue un camino necesario para sentar un precedente y para otros, una decisión apresurada, sin investigación previa, teñida de intereses políticos.
En cualquier caso esto me hace reflexionar ¿Por qué ante estas situaciones surge espontáneamente en nosotros el clamor por la paz? ¿No es acaso una ilusión, un ideal a alcanzar pero que, en el fondo, no creemos que sea posible?
¿Es real poder resolver el conflicto a través del diálogo respetando la soberanía y la integridad territorial de los Estados? ¿Será que podremos coexistir sin la utilización de armas de destrucción masiva y que lleguemos a poder vivir libres de ellas?
Me gustaría creer que la paz es posible pero no sólo creerlo sino que también me gustaría trabajar por ella antes que, en medio de un mar de información, esta realidad, que hoy nos conmueve, pase rápidamente al olvido.
En este contexto, quisiera recordar algunos aspectos que he resumido de mensajes que nos ha regalado el Papa Francisco, entre otros pontífices, que me parece nos puede dar luces muy certeras para comprender por qué nos urge trabajar por la paz:
1- Porque toda vida humana es digna, tanto de la no nacida como de la abandonada y descartada, por tanto lo que está ocurriendo no nos puede resultar ajeno.
Nuestra misión es “salir al encuentro de las víctimas con generosidad y dedicación, tocando y vendando los cuerpos heridos, curando las vidas rotas” (…) “Existe un gran número y variedad de personas y de grupos sociales que son tratados con indiferencia, que son víctimas de injusticia y sufren violencia. Ellos forman parte de nuestra familia, son nuestros hermanos y hermanas”, nos decía Francisco en su mensaje para la 50 Jornada Mundial por la paz en enero de 2017.
2- Porque la fuerza de las armas es engañosa. “Mientras los traficantes de armas hacen su trabajo, hay pobres constructores de paz que dan la vida sólo por ayudar a una persona” (…) “Porque la paz debe construirse a partir de la generosidad de la gente y no del equilibrio de las armas, el cual es muy débil”.
3- Porque “el desarrollo es el nuevo nombre de la paz” como se nos insta en Populorum Progressio. “Las diferencias económicas, sociales y culturales demasiado grandes entre los pueblos provocan tensiones y discordias y ponen la paz en peligro” (…) “Combatir la miseria y luchar contra la injusticia es promover, a la par que el mayor bienestar, el progreso humano y espiritual de todos, y, por consiguiente, el bien común de la humanidad. La paz no se reduce a una ausencia de guerra, fruto del equilibrio siempre precario de las fuerzas. La paz se construye día a día, en la instauración de un orden querido por Dios, que comporta una justicia más perfecta entre los hombres”.
4- Porque Jesús trazó el camino de la no violencia, “que siguió hasta el final, hasta la cruz, mediante la cual construyó la paz y destruyó la enemistad”. Esta es, según Benedicto XVI, “realista, porque tiene en cuenta que en el mundo hay demasiada violencia, demasiada injusticia y, por tanto, sólo se puede superar esta situación contraponiendo un plus de amor, un plus de bondad. Este plus viene de Dios”. “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:3-12) .
5- Porque la paz debe ser hecha, “debe ser engendrada y producida continuamente”, como nos decía Pablo VI en su mensaje para VIII Jornada de la paz en 1975 en que afirmaba que “es el resultado de un equilibrio inestable que sólo el movimiento puede asegurar. Las mismas instituciones que en el orden jurídico y en el concierto internacional tienen la función y el mérito de proclamar y de conservar la paz, alcanzan su providencial finalidad cuando están continuamente en acción, cuando en todo momento saben engendrar la paz, hacer la paz”.
6- Porque la paz está a nuestro alcance y comienza por pequeños gestos, ya que, con muy poco podemos hacer mucho como nos enseña el ejemplo de Santa Teresa de Lisieux que “nos invita a la práctica del pequeño camino del amor, a no perder la oportunidad de una palabra amable, de una sonrisa, de cualquier pequeño gesto que siembre paz y amistad”.
Esto comienza más cerca de lo que pensamos, desde la familia: “Desde el seno de la familia, la alegría se propaga al mundo y se irradia a toda la sociedad. Por esto, las políticas de no violencia deben comenzar dentro de los muros de casa para después extenderse a toda la familia humana”.
7- Porque tenemos esperanza y anhelamos poder vivir en un mundo donde hombres y mujeres puedan vivir como hermanos y no como adversarios o enemigos. “Porque el corazón de todo hombre y de toda mujer alberga en su interior el deseo de una vida plena, de la que forma parte un anhelo indeleble de fraternidad, que nos invita a la comunión con los otros, en los que encontramos no enemigos o contrincantes, sino hermanos a los que acoger y querer”, decía Francisco en su mensaje para la 47ª Jornada Mundial de la Paz.
No sólo en Medio Oriente, sino también en América Latina, con la tensión que se vive en Venezuela, así como los desplazados, los emigrantes y refugiados en otros países del continente y tantas otras realidades tan difíciles que nos rodean, el llamado es a tener una actitud de vida que promueva la no violencia.
Una paz que como se nos decía en la encíclica Pacem in Terris de Juan XXIII “ha de fundarse en la verdad, la justicia, el amor y la libertad”.
Para cerrar me quedo con esta frase de Pablo VI que hoy adquiere mucha actual y que puede ser una poderosa arenga en esta desafiante misión:
¡Reconciliación! Hombres jóvenes, hombres fuertes, hombres responsables, hombres libres, hombres buenos: ¿Pensáis en ella? ¿No podrá esta mágica palabra entrar en el diccionario de vuestras esperanzas, de vuestros éxitos?
Este, éste es para vosotros nuestro mensaje de esperanza: ¡La reconciliación es el camino hacia la paz!
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