LOS MILLENNIALS Y LA IGLESIA: ¿QUÉ LOS ALEJA Y LOS ACERCA A LA RELIGIÓN?

[huge_it_slider id=”115″]

Autor: Jorge Enrique Mújica, LC

Fecha: 22 de junio de 2016

En:      Blogs Corporativos – HO Hazteoir.org – España

 

Se denomina millennial a ese grupo de personas nacidas entre 1980 y 1995. Se trata, por tanto, de un bloque humano bastante joven. ¿Qué es lo que piensa este grupo sobre la Iglesia? ¿Qué es lo que la atrae o aleja de la fe? A esas preguntas da respuesta un estudio del Barna Group (“What Millennials Want When They Visit Church”).

 

El estudio comienza estableciendo una analogía que, aunque no es la mejor, resulta interesante por cuanto suele ser la que inicialmente se plantean los millennial. La analogía es la de la Iglesia como una “industria de servicios religiosos” que proporciona bienes y experiencias espirituales a los consumidores.

 

Vista así, la dificultad que los millenials parecen encontrar es planteada en clave de cómo crear lealtad a una “marca”, cómo proyectar su “comercialización” y cómo eficientizar los servicios que la misma Iglesia ofrece. Es sensación común entre los millennials que “la Iglesia debe ser diferente de alguna manera”.


 

Los datos

Según el estudio del Barna Group, 6 de cada 10 millennials que crecieron en la Iglesia la han abandonado después. Para 3 de cada 10 la Iglesia no es importante mientras que para 4 de cada 10 dicen que es “algo” o “poco importante”. La motivación general de esas respuestas es que la iglesia no es necesaria e incluso, para algunos, resulta perjudicial.

Entre los que dicen que la iglesia “no es importante” lo hacen por dos razones: 1) porque creen que pueden encontrar a Dios en otras partes (39%; o sea 2 de cada 5) y 2) porque la Iglesia no es relevante para ellos (35%). Otros aducen que la Iglesia es aburrida (31%), que Dios no se encuentra en la Iglesia (20%) o que la Iglesia está fuera de época (8%).

Entre los adultos jóvenes las motivaciones del por qué la Iglesia “no es importante” son más profundas: para un tercio las percepciones negativas son el resultado de 1) fallas morales en quienes tienen responsabilidades en la Iglesia (35%); 2) de percibir a los cristianos como quienes sólo juzgan (87%), son hipócritas (85%), están contra los homosexuales (91%) o son insensibles hacia los demás (70%).

Eslóganes comunes sobre la Iglesia

Interrogados sobre una serie de eslóganes con los que los millennials identifican a la Iglesia, menos de la mitad dijeron que la asocian con la afirmación “la gente que va a la Iglesia es tolerante con las personas de otras creencias” (46%). Para el 44% de los millennials la Iglesia es un “club demasiado exclusivo”, mientras que hasta dos terceras partes dicen que las personas practicantes son “mucho” o “un poco” hipócritas (66%).

Las imágenes de la Iglesia como lugar de puertas cerradas o con ventanas abiertas El trabajo de investigación del Barna Group supuso preguntar a los millennials sobre las imágenes negativas y positivas que la Iglesia inspira en ellos.

Por cuanto respecta a la imagen negativa, un 37% dijo que vinculaba a la Iglesia con la imagen del “dedo que señala” mientras que el 16% con un “megáfono en mano”. Un 52% de los encuestados ven al cristianismo como agresivo y crítico.

 

Pero las imágenes positivas también resultan alentadoras: 1 de cada 4 millennials optaron por la “multitud de fieles” (23%), resaltando en esa imagen un cristianismo que refleja algo vibrante y el sentido comunitario (entre los millennials practicantes esta imagen fue elegida hasta por un 31%). La otra imagen, elegida también por 1 de cada 4 entrevistados (24%), fue la “mano que ayuda a otra persona que lo necesita”. Entre los adultos jóvenes esta imagen es preferida por el 34%.

Barna Group destaca que las imágenes negativas reflejan las “puertas cerradas” que los millenials ven en la Iglesia mientras que las imágenes positivas muestran las “ventanas abiertas”. En este contexto se ofrecen las respuestas a la interrogante “¿qué encuentran valioso en la Iglesia?”.

 

Un 44% va a la Iglesia para estar más cerca de Dios mientras que un 37% respondió que así aprenden a estar más cerca de Dios. El salir fuera de la vida monótona y entrar en la experiencia del culto y oración parecen ser una motivación fundamental a la hora de ir a la Iglesia por parte de los millennials.

 

Así, hasta dos tercios de los encuestados se identifican con la descripción de la iglesia como “lugar para encontrar respuestas para vivir con sentido” (65%) y hasta la mida de ellos (54%) dice que la Iglesia es relevante en su vida. El 49% siente que “puede ser él mismo” en la Iglesia y 3 de cada 5 dice que no está de acuerdo con la afirmación de que “la fe y enseñanza de la Iglesia es más bien superficial”. Apróximadamente el mismo número dice que “la iglesia no es un lugar seguro para expresar dudas”.

De este modo se tiene que el escepticismo por el papel de la Iglesia en la sociedad es la “puerta cerrada” mientras que el papel que puede desempeñar es la “ventana abierta”.

 

Los millennials y la ventana abierta

Y entonces, ¿qué deben hacer las iglesias respecto a los millennials? Considerando la analogía inicial de la Iglesia como “industria de servicios religiosos”, el estudio se planteó la pregunta sobre qué tipo de información estarían dispuestos a dar (recuérdese que la “fidelización” de las personas con las “marcas” se mide especialmente por la cantidad de datos personales que se está dispuesto a ceder).

Un 82% dijo que la única información que daría es su nombre. Un 53% también daría su apellido. Un tercio de los encuestados no estarían incómodos si tuvieran que dar su dirección de correo electrónico (33%) pero sólo 1 de cada 5 estarían cómodos si tuvieran que dar su dirección física (12%). Un 6% estaría dispuesto a entrar en relación por medio de las redes sociales. Entre los que no desean compartir nada están 1 de cada 6 millennials (15%) aunque si esto se concentra en los adultos jóvenes disminuye a 1 de cada 4 (28%).

Uno de los realizadores del trabajo de investigación, Clint Jenkin, invita a las iglesias a ver en todos estos datos cómo hoy en día los jóvenes tienen unas necesidades e ideas que no son las de otros tiempos. Consecuentemente la pastoral de otros tiempos no es la que debe aplicarse hoy: ni hacia los millennial que ya están en la Iglesia ni hacia los que podrían estar.

 

Una aplicación concreta puede girar en torno a cómo se recibe y respeta a quienes no tan frecuentemente van a la iglesia. Después de todo, a pesar de cierta visión negativa sobre la religión, no son pocos los que hayan cierto interés en los servicios religiosos y ven la Iglesia una oportunidad de aprender. El acompañamiento paciente y personalizado se presenta como “muletas” que pueden dirigir al millennial a una mejor experiencia que, a la larga, redunde en fidelización en torno a la “marca”.

LOS INDOMABLES “MILLENNIALS” CATÓLICOS

[huge_it_slider id=”114″]

Autor:   Tom Hoopes

Fecha:  24 febrero de 2014

En:      Aleteia

 

Se ha escrito mucho sobre los Millennials, la generación nacida en los años noventa u ochenta hasta el nuevo milenio, de ahí su nombre. Se pueden encontrar artículos sobre sus puntos de vista políticos, sus hábitos laborales y sus tendencias de consumo. Se pueden también encontrar quejas de los Millennials para los cuales estas discusiones no se aplican a ellos.

 

La generación del Milenio no es muy religiosa, y cuando lo son los Millennials no son muy ortodoxos, pero en lugares como el Benedictine College, donde trabajo, se encuentra una versión híbrida: “Los indomables Milennials católicos”.
Son realmente católicos indomables. Son también verdaderos Millennials. Su religión no borra la cultura de su generación más de lo que su cultura no borre sus convicciones religiosas.

 

¿Cómo son?

Se podría conducir un estudio más formal, pero observarlos de cerca en el campus de la universidad y preguntarles sobre su futuro convalida una teoría que defiendo: sus rasgos de Millennials transforman su catolicismo y viceversa de manera tal que pueden probablemente hacer grandes cosas por la Iglesia.

 

Algunas observaciones

  • Los Millennials se consideran especiales; eso significa que los indomables Millennials católicos consideran especial su identidad católica.
  • Quizá los Millennials ven abrazos donde no hay porque han sido abrazados mucho. Desde la infancia se le enseñó que son especiales. Sus buenas cualidades han sido apreciadas y celebradas, las malas cualidades disculpadas y puestas de lado. Los medios de comunicación sobrealimentan este ser especial, permitiendo a cada uno de ellos construir un universo en línea con ellos al centro. Es narcisismo virtual que se vuelve fácilmente narcisismo real.
  • Pero los indomables Millennials católicos tienen algo más: una confianza en su fe que mis coetáneos nunca tuvieron. Nunca nos sentimos a gusto cuando éramos diversos de la cultura vigente. Los Millennials son especiales, por lo cual tienen el permiso de ser diversos.
  • No se limitan a aceptar su identidad católica: la gestionan. Crean Tumblrs y vitrinas Pinterest llenas de arte católico y citaciones católicas. En sus cuentas Instagram comparten fotografías de iglesias y estatuas junto a las de los amigos y atardeceres.

He visto esta sólida actitud en relación a la identidad católica cuando estábamos realizando un video para el Benedictine College en una sala. De manera inesperada, un grupo de estudiantes se reunió en la sala y comenzó a rezar el Rosario. Cuando frecuentaba una universidad católica “indomable” en los años 80’s, también nosotros rezábamos el Rosario…en nuestras habitaciones. Pienso que habría sido muy tímido para rezarlo “en público”. No sabíamos que nuestra identidad católica era especial.

Los Millennials están protegidos; quiere decir que los indomables Millennials católicos buscan refugio en Dios.

  • Muchos Millennials han vivido toda su vida bajo una supervisión. En la universidad eran muy consientes del gran envolvimiento que muchos de sus papás tenían en sus vidas. La definición “padres helicóptero” no hace justicia: se trata de “padres buldócer”, que nivelan cada obstáculo en el camino de sus hijos. Eso puede “congelar” un Millennial cuando los padres abandonan inevitablemente la escena. Los indomables Millennials católicos no son diferentes.

 

El Blogger católico John Lim escribió acerca de la tendencia de su generación para definir la pasividad “discernimiento”.
“Antes de hacer cualquier cosa, debemos discernir”, afirmó. No es una idea falsa, sino que la hemos asumido al punto que discernimos sobre el discernimiento. Está atormentando nuestra generación y está evitando que sigamos verdaderamente la voluntad de Dios en nuestra vida”.

 

Otro Millennial me la resumió así: “Para nosotros, la adoración y la misa son excusas legítimas para usar, para no hacer las cosas”.

 

Veo cómo esto pueda ser un problema: pensar demasiado en aquello que Dios quiere, ir a misa y adorar demasiado a menudo. Pero lo considero un problema positivo. A mi generación siempre se le ha pedido pensar en las consecuencias de sus acciones; estas personas lo están haciendo realmente.

 

Un docente del Benedictine College me contó de un encuentro que se llevó a cabo en una sala de conferencias de la universidad. Al finalizar el encuentro encontró a 85 estudiantes amontonados en el corredor que esperaban. Habían organizado un grupo de discusión informal sobre la castidad…y habían aparecido docenas de estudiantes. Son claramente muchachos y muchachas que quieren hacer elecciones positivas. Bien por ellos.

Conectados.

Ser supervisados constantemente no vuelve seguramente consientes, sino orientados.
Mi generación ha sido una de niños abandonados a sí mismos. Volvían de la escuela y nos reuníamos con otros niños si estábamos en casa cuando llamaban o tocaban a la puerta.

 

Los Millennials han crecido juntos en los encuentros de juego, compartiendo las actividades después de la escuela y el deporte. El paradigma de los medios de comunicación – encontrarse y chatear en un forum semi-público – no es un fenómeno nuevo para ellos, sino sólo un modo diferente de hacer aquello que estaban ya haciendo. Los Millennials católicos indomables están usando estas tecnologías para conectarse con Dios…y presentarle a otras personas.
“Estoy en ipads y iphones antes, durante y después de la misa…orando con la liturgia de las horas y las lecturas”, mi dijo un Millennials. “Las discusiones de apologética están donde quiera, siempre en línea”.

 

Si se pide a una generación precedente de católicos indomables qué significa ser católico, podrían citar la política o las prácticas religiosas personales. He hecho esta pregunta a siete Millennials católicos indomables diferentes, y cada uno de ellos me ha respondido: “Evangelización”.

 

Me parece una respuesta mejor.

Los Millennials deben sentirse apreciados. Y también los Millennials católicos indomables…

 

Un tweet desde la Plaza San Pedro me ha impresionado porque capturaba el espíritu de los Millennials católicos indomables: “La larga vuelta del papamóvil parece una abrazo de Benedicto XVI a todos nosotros presentes aquí en la plaza”.

 

Obviamente era conmovedor ver el gesto de apreciación del Papa…pero ¿por qué debe ser un abrazo?
La necesidad de ser advertidos, apreciados y contactados a nivel personal es una característica fundamental de los Millennials.

 

A veces son llamados Trophy Kids – por los trofeos que reciben independientemente del hecho que ganen o no y porque sus padres los consideran trofeos.

 

El deseo de ser reconocidos puede ser problemático cuando se busca la aprobación de un mundo cada vez más oscuro. Demasiados jóvenes han querido sentirse abrazados por las personas equivocadas. Cuando se busca sentirse abrazados por el Papa…quizá no es tan malo.

 

De cualquier manera, así como los Millennials pueden asustarme por algunas de sus características, los Millennials católicos indomables me llenan de esperanza para el futuro de la Iglesia. Sé que no son perfectos. Pueden ser superficiales y su ética laboral necesita mejorar, pero más allá de los defectos están las virtudes que contrapesan la totalidad: insisten en la autenticidad, la transparencia y la sinceridad; son compasivos, curiosos y tienen la mente abierta.

 

Nos sorprenderán por lo que son capaz de hacer.

 

 

DISTINTAS GENERACIONES, UN MISMO EVANGELIO

[huge_it_slider id=”113″]

Autor: Sérgio Brandão

Fecha: Agosto 13 de 2015

En: Centro de Estudios Católicos

Cada ser humano tiene una manera propia de aproximarse a la realidad, a sí mismo, a sus propios anhelos, tiene sus propias formas de expresión y de relacionarse con los demás y con Dios. Esta manera es única y personal. Pero también si miramos estas formas y expresiones en lo colectivo podemos encontrar algunas características comunes de una generación o cultura que van generando una especie de patrón que ayuda a comprender la historia, sea el pasado como el presente. Estas manifestaciones no determinan -en sí- a la persona y tampoco la reducen a una manera de pensar específica, sino que ayudan a comprender la riqueza particular de un período o de un grupo específico, sus valores, inquietudes y manifestaciones.

Los avances tecnológicos son un ejemplo concreto de estas formas que tiene el hombre de relacionarse con la realidad toda. Es un proceso dinámico, que va cambiando a lo largo del tiempo, afectando incluso la calidad, la cantidad y las formas de estas relaciones.  Son estas diferencias las que producen cambios en la vida de un conjunto de personas que permite clasificarlas según ciertas costumbres, anhelos y expresiones culturales, especialmente entre los jóvenes. Particularmente en el mundo laboral y del marketing se suelen usar categorías generacionales cómo: “La generación Grandiosa”, “La Generación Silenciosa”, los “Baby Boomers”, la “Generación X”, “Generación Y” y “Generación Z”. Veamos a grandes trazos algunas de las manifestaciones de estas generaciones:

“Baby boomers”: hace referencia al gran incremento de la población mundial que fue posterior a la Segunda Guerra mundial y que, en una traducción libre del inglés, significa: “explosión de bebes”. Comprende a las personas nacidas desde el final de la Segunda Guerra hasta inicios de la década de los 60. Los hippies, con su lema “paz y amor”, son una manifestación de cómo estos jóvenes se expresaban. Eran optimistas y tenían una visión distorsionada como consecuencia de un mundo arrasado por las guerras. Para ellos era importante la necesidad del consenso como un criterio de acción y la presencia de fuertes compensaciones como la droga y el libertinaje sexual.

La llamada “Generación X”, estaría conformada por las personas que nacieron entre mediados de los 60s hacia el inicio de los 80s, y experimentaron una mejora en la calidad de vida (como en todas las otras generaciones, ciertos patrones sólo hacen referencia a aquellos que en la sociedad tienen mejores recursos y buenas condiciones de vida, casi olvidando por completo a los menos privilegiados  y oprimidos). Por esta época empieza a surgir con fuerza el internet y el bombardeo del  consumismo, ambas características estarán presentes en las próximas generaciones.

En la “Generación Y” se agrupa a las personas nacidas entre inicios de la década del 80 hasta mediados los 90. Crecieron sin ninguna gran guerra, el muro de Berlín estaba cayendo, el comunismo ya no tenía la misma fuerza de antes y el liberalismo estaba ganando terreno. El liberalismo económico, moral y social se hizo muy fuerte. La globalización se hizo realidad gracias a los medios de comunicación, la educación se tornó más sofisticada y la televisión un objeto central en casi todas las casas. No existe el mismo compromiso laboral como en generaciones anteriores, ni los esfuerzos a largo plazo. En el ámbito social no saben relacionarse con la autoridad, quieren aprender pero saben que ya tienen cosas que aportar y sus relaciones suelen ser de igual a igual. Son autosuficientes y emprendedores conectados con todo el mundo. Un consultorio de marketing brasilero, BOX 1824, haciendo un análisis de la juventud, afirmaba que estos son el principal agente de las protestas sociales en Brasil, demostrando que la política es otro interés de las generaciones Y y Z, ya que estos jóvenes son “puentes”, es decir conectan personas a ideales.

Por “Generación Z” entendemos, a grande rasgos, a los nacidos entre mediados de la década de los 90s hasta el día de hoy. Tienen muchas semejanzas con la “Generación X”  e “Y” pero nacieron totalmente inmersos en un mundo “2.0”: están hiper-conectados. La tecnología es para ellos algo natural así como el consumismo. Las distancias son relativas, pues siempre pueden mantener en contacto con los que viven lejos, aunque muchas veces están desconectados de la realidad a su alrededor. Su horizonte de conocimiento es muy alto pues ahora cuentan con herramientas como Google, YouTube y Wikipedia pero con el  riesgo de la pérdida de contacto con lo real. La pantalla es su ventana al mundo, pero no salen de sus casas. Las nuevas formas de comunicarse, como Facebook, permiten que una persona esté conectada a otros muchos “amigos”. Este “ser amigo” no es el mismo concepto que para las generaciones anteriores, pues ser amigo antes exigía tiempo, cultivo, contacto, compromiso y en esta nueva generación de amigos la interacción se reduce a un simple “like” o un “share”. Este dato nos da una clave para comprenderlos: están muy dependientes de la aprobación para los demás. Son la “generación abrazo”, pues han recibido aprobación en su vida y están buscándola constantemente. Un “like” no es una circunstancia sino una necesidad. Tienen sueños, y no creen que su realización venga del éxito laboral sino de la realización de sus anhelos, el dinero no es más lo más importante (quizás sí la fama) pero para ellos sus anhelos o “creencias” no pueden ser ignorados, si bien pocas veces están fundados en un sentido real y sólido.

Estos rasgos sociales generales de la juventud, como hemos dicho anteriormente, no determinan a las personas, y tampoco reducen los contextos y las circunstancias actuales. No podemos olvidar especialmente a todas aquellas personas que sufren guerras, persecuciones, hambre, problemas de salud y viven con pocos recursos y que no son considerados dentro de estas categorías generacionales. Pero una buena parte de la sociedad y en general los que hacen más “bulla” son estas últimas generaciones ya que su influjo en la sociedad es mayor. Actualmente las grandes empresas cuentan con numerosos estudios acerca de las inquietudes de las generaciones “Y” y “Z” porque quieren vender ideas y productos y plantear sus estrategias según las necesidades de esos grupos.

Como católico pienso que estas categorías generacionales nos ayudan a tener en cuenta los desafíos propios de cada generación y nos dan algunas consideraciones que tenemos que tener en cuenta para poder evangelizar mejor la cultura en la cual vivimos. Por otro lado creo que estas categorías no pueden llevarnos a perder de vista la centralidad de la persona. El Papa Juan Pablo II nos recordaba que “el hombre es el sujeto óntico de la cultura”. La Iglesia, experta en humanidad, presta una atención particular a cada persona como creador de cultura. En este sentido, nos dice el Beato Pablo VI en la Evangelii Nutiandi n. 20 “lo que importa es evangelizar…la cultura y las culturas del hombre… tomando siempre como punto de partida la persona y teniendo siempre presentes las relaciones de las personas entre sí y con Dios”. Por lo tanto mirar a estos estudios es de gran utilidad al momento pues es necesario entender al hombre para poder conducirlo hasta su anhelo último que es Dios. Después de este breve recorrido, como católico, creo que es importante señalar la misión de la Iglesia de llevar la buena nueva a todos los pueblos, no se trata de anular ni mutilar a la cultura y al hombre sino de transformarlos a la luz y medida del Evangelio. La Iglesia, que es experta en humanidad, indica el camino y ayuda al hombre a encontrar el sentido auténtico de la vida, de la plena realización y felicidad desde su realidad concreta y situada.

© 2015 – Sérgio Brandão para el Centro de Estudios Católicos – CEC

EL DEPARTAMENTO DE MINISTERIOS ORDENADOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE COLOMBIA PUBLICA EL LIBRO: “NO DESCUIDES EL CARISMA QUE HAY EN TI”.

[huge_it_slider id=”110″]

Por:     Redacción CEC

En:      Conferencia Episcopal de Colombia

 

El Departamento de Ministerios Ordenados de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) publicó la tercera edición del libro “No descuides el carisma que hay en ti”, una guía para la elaboración de manuales y decretos de protección a menores y orientaciones sobre el celibato sacerdotal.

 

Los objetivos fundamentales del documento son tres, explicó la CEC en un comunicado de prensa, “reunir y proponer orientaciones de los pastores de la Iglesia para la formación celibataria, plantear acciones para que los sacerdotes y religiosos reflejen con claridad a Cristo pobre, casto y obediente y poner a disposición de obispos y encargados de pastoral sacerdotal las más recientes orientaciones que propone la Santa Sede sobre este tema”.

El Presidente de la CEC, Mons. Luis Augusto Castro Quiroga, aseguró que el libro será una “herramienta útil” para obispos y sacerdotes y destacó que “en nuestro país existe una inmensa mayoría de sacerdotes y religiosos maduros, virtuosos y generosos en su ministerio, llenos de celo pastoral, consagrados a sus fieles, que anuncian con alegría a Jesucristo, valientes en su lucha contra toda forma de mal e íntegros en la vivencia de los consejos evangélicos”.

 

Por su parte, el director del Departamento de Ministerios Ordenados de la CEC, P. Manuel Vega, señaló que este libro “está orientado a la prevención y su finalidad es la de brindar orientaciones”.

Mayores informes:
PBX: 437 55 40 Ext. 264
Celular: 3138808447
Correo electrónico: libreria@cec.org.co

Presentación:

La presente guía es resultado de la profunda reflexión y los esfuerzos de los obispos de Colombia que ofrecen al Pueblo de Dios líneas guía para la elaboración de los manuales y decretos de protección a menores, así como los procedimientos, los cuales, en consonancia con las orientaciones del Magisterio de la Iglesia, persiguen tres objetivos fundamentales:

  • Reunir y proponer, de manera sistemática, las orientaciones y reflexiones de los pastores de la Iglesia colombiana para la formación celibataria y afectiva de los ministros de la Iglesia, desde la etapa vocacional hasta la de su formación permanente.
  • Plantear acciones concretas y procesos que, como fruto del discernimiento de los obispos, se pongan en marcha en las jurisdicciones para que los sacerdotes y religiosos reflejen y sean testigos, cada vez más con mayor claridad, de Cristo pobre, casto y obediente;
  • Poner a disposición de los señores obispos y de los encargados de la pastoral sacerdotal en las jurisdicciones las más recientes orientaciones y enseñanzas de la Santa Sede para la prevención y el manejo de problemáticas afectivas de sacerdotes y religiosos, incluyendo indicaciones prácticas para los correspondientes procedimientos.

Autor(a): Conferencia Episcopal de Colombia
Catálogo: Orientaciones
Idioma: Español
Número de Páginas: 190
Editora: Pictograma Creativos S.A.S
Año de publicación: 2016
Dimensiones: 17 cm x 24 cm

 

ARZOBISPO PIDE FORMAR SACERDOTES MISIONEROS PARA RESPONDER AL CRECIENTE PAGANISMO

[huge_it_slider id=”109″]

Por:     Redacción Aciprensa

En:      Aciprensa

El Presidente de la Conferencia Episcopal Colombiana (CEC), Mons. Luis Augusto Castro, advirtió que “el paganismo crece desbordadamente” y ante ello se necesita “una Iglesia en salida”, que exige a su vez que en los seminarios se incluya la formación misionera dentro de las cuatro dimensiones en las que son preparados los futuros sacerdotes.

El también Arzobispo de Tunja hizo este llamado durante el discurso inaugural de la 102° Asamblea Plenaria del Episcopado que se celebra en Bogotá hasta el 10 de febrero. El Prelado centró su intervención sobre la nueva Ratio Formationis Sacerdotalis, instrumento que permite a los obispos y rectores de seminarios reflexionar sobre la formación sacerdotal.

“Siguiendo la exhortación apostólica Pastores dabo vobis, la Ratio nos habla de las cuatro dimensiones de la formación sacerdotal: Dimensión humana, dimensión espiritual, dimensión intelectual y dimensión pastoral”, recordó el Prelado.

Sin embargo, señaló, “hay otra formación que no debe faltar en los seminarios diocesanos como es la formación misionera. Ésta, sin embargo, no es una quinta dimensión sino debe hacerse realidad dentro de cada una de las cuatro dimensiones anotadas para animarlas, vivificarlas y así vivir en plenitud, esto es, católicamente, el ministerio sacerdotal”.

El Presidente del Episcopado colombiano indicó que esta formación misionera es importante sobre todo en estos tiempos en que crece el paganismo. Para ello recordó el caso del centurión romano Cornelio, el primer gentil en ser bautizado cristiano a través del apóstol Pedro. “Dios no tiene acepción de personas, sino que se complace en toda nación que le teme y practica la justicia (…) ¿Puede acaso alguien negar el agua del bautismo a éstos, que recibieron el Espíritu Santo como nosotros?”, señaló Pedro en los Hechos de los Apóstoles.

“Cuando la elaboración teológica –indicó Mons. Castro– hoy se concentra demasiado en la realidad interna de la Iglesia comunión y no se da cuenta de que el paganismo crece desbordadamente, entonces necesitamos que, lejos de cuidarnos demasiado a nosotros mismos, promovamos una conversión en la teología como la de Pedro frente a la realidad del pagano Cornelio el cual, a diferencia de Pedro inicialmente, mostraba una disponibilidad sorprendente para abrirse a la universalidad, gracias a la acción del Espíritu Santo. Necesitamos una teología en salida para una Iglesia en salida y una misión en salida”.

El Presidente de la CEC explicó que “la misión es movimiento de amor más allá de las fronteras de la fe para manifestar la vivida experiencia de Jesús”.

Cristo “no tiene fronteras, ni muros, ni propiedad. No es nada en sí mismo. Es, en su totalidad, contacto, transmisión, mediación, canal por el cual Dios se comunica con el mundo. Es apertura al Padre y apertura al mundo. No se cierra en sí mismo”, expresó.

Asimismo, aclaró que “la misión no es propiamente contacto de dos o más culturas, ni traducciones de una cultura a otra”, sino “un movimiento que parte de un punto anterior a cualquier cultura –el amor del Padre- y llega a un punto posterior a cualquier cultura, el hombre abierto al hombre y abierto a Dios para que todos, como pedía Jesús al Padre, sean uno en nosotros”.

“Es un movimiento que genera alegría. Se trata de la alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos, es una alegría misionera”, añadió.

En su discurso, Mons. Castro también explicó que “la pastoral tiene que ver con la atención piadosa, constante y afectuosa de las comunidades de fe. Pero hay que pensar en que más allá de las fronteras de la fe, y hoy por hoy a pocos metros de nuestros templos, existen otras comunidades, pueblos y culturas que no tienen fe”.

“Entonces, la pastoral debe ser como la plataforma de lanzamiento para ir más allá de las fronteras de la fe hacia aquellos que no tienen fe, para que Cristo sea conocido, amado y seguido por primera vez en esos contextos ajenos a la fe”, afirmó.

En su discurso, el Presidente de la CEC también dividió la historia del sacerdocio en torno al Concilio Vaticano II en tres etapas. La primera hasta antes de 1965 –año en que terminó el Concilio–, la segunda entre 1965 y 1975 y la tercera desde 1975 hasta la actualidad.

Destacó la fuerte espiritualidad de los sacerdotes pre Conciliares, la creatividad y fidelidad de los “sobrevivientes del terremoto postconciliar” y la afectividad de los ordenados en los últimos cuarenta años.

Mons. Castro invitó a que la formación sacerdotal tome en cuenta estas tres características. “Necesitamos una formación sacerdotal que sepa mezclar la austeridad y fidelidad de los primeros con la creatividad y valentía de los segundos y la afectividad y sensibilidad de los terceros, así que nuestros seminarios puedan hacer eco a lo mejor de la historia sacerdotal de la iglesia preconciliar, a lo grande de la novedad del Concilio y a la necesaria sensibilidad de nuestro tiempo”, concluyó.

EL DON DE LA VOCACIÓN PRESBITERAL Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis

[huge_it_slider id=”107″]

El 8 de diciembre de 2016, la Congregación para el Clero publicó la Ratio Fundamentalis Institutionis sacerdotalis: “El Don de la Vocación Presbiteral”.

(Interesados abrir link)

PRESENTACIÓN DEL NUEVO DOCUMENTO DEL VATICANO SOBRE FORMACIÓN DE SACERDOTES

[huge_it_slider id=”106″]

Por:     Álvaro de Juana y David Ramos

En:      Aciprensa

 

En el documento titulado “El Don de la vocación presbiteral. Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis”, la Congregación para el Clero de la Santa Sede determinó una serie de normativas sobre la formación de sacerdotes católicos. El Secretario para los Seminarios de esta Congregación, Mons. Jorge Carlos Patrón Wong, compartió con ACI Prensa 4 claves para entender este importante documento.

El documento del Vaticano, publicado el 8 de diciembre de 2016, reemplaza al publicado en 1985.

[Puede leer: El Don de la vocación presbiteral. Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis]

Entre otros artículos claves, El Don de la vocación presbiteral “en coherencia con el Magisterio” determinó que “la Iglesia, respetando profundamente a las personas en cuestión, no puede admitir al Seminario y a las Órdenes Sagradas a quienes practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o sostienen la así llamada cultura gay”.

Estas personas, indicó la normativa del Vaticano, “se encuentran, efectivamente, en una situación que obstaculiza gravemente una correcta relación con hombres y mujeres. De ningún modo pueden ignorarse las consecuencias negativas que se pueden derivar de la Ordenación de personas con tendencias homosexuales profundamente arraigadas”.

A continuación, las 4 claves de Mons. Jorge Carlos Patrón Wong para comprender “El Don de la vocación presbiteral”:

  1. Las diferencias con el texto de 1985 y acentos del nuevo documento

Mons. Patrón Wong explica que “la Iglesia es una institución antiquísima”, por lo que “en la formación de sus ministros existe la continuidad y la novedad”.

“Los documentos que rigen la formación ponen algunos acentos, intentando responder a la realidad actual y tratando de incorporar algunas experiencias positivas de la formación y las conclusiones de las ciencias humanas”, señala.

Para el Prelado, “una primera diferencia es que se subraya aún más la formación integral. Se trata de formar a todo el hombre, de modo que los seminaristas puedan conseguir una maduración equilibrada en diversos aspectos de su vida y de su futuro ministerio, partiendo siempre de la formación de la persona, es decir, del corazón, de lo profundo, de la interioridad”.

Además, indica, esta normativa “pone un acento particular sobre el discernimiento vocacional, recomendando que se haga continuamente durante el proceso formativo, de modo que los seminaristas lleguen a la ordenación sacerdotal más libres y más capaces de hacer, a su vez, un verdadero discernimiento pastoral”.

“También se pone atención al acompañamiento, haciendo ver la necesidad de que a lo largo del proceso formativo se cultiven profundas relaciones de confianza y transparencia entre los formadores y los seminaristas, para que efectivamente los puedan ayudar”.

Adicionalmente, este documento “hace ver la importancia de la comunidad educativa del Seminario. La formación se realiza siempre en el ámbito de la comunidad cristiana y, en el caso del Seminario, de una comunidad educativa constituida por todas las personas que colaboran en ella: sacerdotes formadores, profesores, empleados, personal administrativo”.

  1. Proceso de formación para los candidatos al sacerdocio

Mons. Patrón Wong destaca que esta nueva normativa “insiste mucho en el concepto clásico de la gradualidad. Esto significa que los valores de la vocación sacerdotal se aprenden poco a poco, en un proceso de maduración que lleva un tiempo largo”.

“Se trata de formar a un hombre, que debe tener bien cimentada su identidad cristiana, para después facilitar la configuración con Cristo Siervo, Pastor, Sacerdote y Cabeza. Todo un proceso complejo que exige una cuidadosa formación”, precisa.

En este proceso de formación, indica, “se proponen cuatro etapas, que ya se ponían en práctica en la mayor parte de los Seminarios: la etapa propedéutica o introductoria, la etapa discipular o filosófica, la etapa configurativa o teológica y la etapa de pastoral o de síntesis vocacional”.

  1. Inculturación

El Secretario para los Seminarios destaca que “a lo largo de su historia, la Iglesia se ha hecho parte de muy diversas culturas: nació hebrea, se hizo griega y latina; y luego, balcánica, polaca, hispana, gálica; y más adelante africana, asiática, americana”.

Para la Iglesia, explica, “la inculturación es una regla de vida. Jamás destruye las culturas, sino que intenta que en cada una de ellas se haga presente la persona de Jesús y se encarne el mensaje del Evangelio”.

“La Iglesia toma con mucha seriedad las distintas culturas y aún más cuando son poco respetadas. Por eso valora las vocaciones indígenas y procura ofrecerles una formación adecuada. Además, porque las personas que hablan las lenguas indígenas son cristianos y tienen derecho a pastores que evangelicen su cultura”, subraya.

  1. Los Seminarios Menores

Para Mons. Patrón Wong, “el Seminario Menor es una hermosa institución”, pues “ofrece a los adolescentes una formación juvenil humana y cristiana”.

“Pablo VI decía que eran lugares de trabajo, de oración y de familia, semejantes a la familia de Nazaret. Muchísimos adolescentes necesitarían una experiencia similar para conseguir una maduración integral”.

El Prelado precisa que “el Seminario Menor no es una casa de formación presbiteral. Más bien prepara a los adolescentes para que, llegado el momento, puedan tener la experiencia vocacional suficiente para que, si Dios quiere, puedan elegir la vida sacerdotal. Se trata de una formación previa, o remota”.

Esta formación, añade, “también se encuentra, en alguna medida, en la pastoral juvenil, los colegios católicos, los grupos juveniles y los movimientos eclesiales”, pues “la Iglesia está presente de muchas maneras entre los adolescentes, para ayudarles en su crecimiento humano, espiritual, intelectual y apostólico”.

 

TEXTO: MENSAJE DEL PAPA POR LA JORNADA MUNDIAL DE LA ORACIÓN POR LAS VOCACIONES DE 2017

[huge_it_slider id=”105″]

Por:     Papa Francisco

En:      Aciprensa

 

La Santa Sede ha dado a conocer el mensaje del Papa Francisco por la 54º Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones sobre el tema “Empujados por el espíritu Santo para la Misión”. La Jornada tendrá lugar el 7 de mayo de 2017.

 

A continuación, el texto completo del mensaje:

Empujados por el Espíritu para la Misión

Queridos hermanos y hermanas En los años anteriores, hemos tenido la oportunidad de reflexionar sobre dos aspectos de la vocación cristiana: la invitación a «salir de sí mismo», para escuchar la voz del Señor, y la importancia de la comunidad eclesial como lugar privilegiado en el que la llamada de Dios nace, se alimenta y se manifiesta.

 

Ahora, con ocasión de la 54 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, quisiera centrarme en la dimensión misionera de la llamada cristiana. Quien se deja atraer por la voz de Dios y se pone en camino para seguir a Jesús, descubre enseguida, dentro de él, un deseo incontenible de llevar la Buena Noticia a los hermanos, a través de la evangelización y el servicio movido por la caridad. Todos los cristianos han sido constituidos misioneros del Evangelio.

 

El discípulo, en efecto, no recibe el don del amor de Dios como un consuelo privado, y no está llamado a anunciarse a sí mismo, ni a velar los intereses de un negocio; simplemente ha sido tocado y trasformado por la alegría de sentirse amado por Dios y no puede guardar esta experiencia solo para sí: «La alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es una alegría misionera» (Exht. Ap. Evangelium gaudium, 21).

 

Por eso, el compromiso misionero no es algo que se añade a la vida cristiana, como si fuese un adorno, sino que, por el contrario, está en el corazón mismo de la fe: la relación con el Señor implica ser enviado al mundo como profeta de su palabra y testigo de su amor.

 

Aunque experimentemos en nosotros muchas fragilidades y tal vez podamos sentirnos desanimados, debemos alzar la cabeza a Dios, sin dejarnos aplastar por la sensación de incapacidad o ceder al pesimismo, que nos convierte en espectadores pasivos de una vida cansada y rutinaria.

 

No hay lugar para el temor: es Dios mismo el que viene a purificar nuestros «labios impuros», haciéndonos idóneos para la misión: «Ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado. Entonces escuché la voz del Señor, que decía: “¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros?”. Contesté: “Aquí estoy, mándame”» (Is 6,7-8).

Todo discípulo misionero siente en su corazón esta voz divina que lo invita a «pasar» en medio de la gente, como Jesús, «curando y haciendo el bien» a todos (cf. Hch 10,38). En efecto, como ya he recordado en otras ocasiones, todo cristiano, en virtud de su Bautismo, es un «cristóforo», es decir, «portador de Cristo» para los hermanos (cf. Catequesis, 30 enero 2016).

 

Esto vale especialmente para los que han sido llamados a una vida de especial consagración y también para los sacerdotes, que con generosidad han respondido «aquí estoy, mándame». Con renovado entusiasmo misionero, están llamados a salir de los recintos sacros del templo, para dejar que la ternura de Dios se desborde en favor de los hombres (cf. Homilía durante la Santa Misa Crismal, 24 marzo 2016).

 

La Iglesia tiene necesidad de sacerdotes así: confiados y serenos por haber descubierto el verdadero tesoro, ansiosos de ir a darlo a conocer con alegría a todos (cf. Mt 13,44).

Ciertamente, son muchas las preguntas que se plantean cuando hablamos de la misión cristiana: ¿Qué significa ser misionero del Evangelio? ¿Quién nos da la fuerza y el valor para anunciar? ¿Cuál es la lógica evangélica que inspira la misión?

 

A estos interrogantes podemos responder contemplando tres escenas evangélicas: el comienzo de la misión de Jesús en la sinagoga de Nazaret (cf. Lc 4,16-30), el camino que él hace, ya resucitado, junto a los discípulos de Emaús (cf. Lc 24,13-35), y por último la parábola de la semilla (cf. Mc 4,26-27).

 

Jesús es ungido por el Espíritu y enviado. Ser discípulo misionero significa participar activamente en la misión de Cristo, que Jesús mismo ha descrito en la sinagoga de Nazaret: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4,18).

Esta es también nuestra misión: ser ungidos por el Espíritu e ir hacia los hermanos para anunciar la Palabra, siendo para ellos un instrumento de salvación.

 

Jesús camina con nosotros. Ante los interrogantes que brotan del corazón del hombre y ante los retos que plantea la realidad, podemos sentir una sensación de extravío y percibir que nos faltan energías y esperanza. Existe el peligro de que veamos la misión cristiana como una mera utopía irrealizable o, en cualquier caso, como una realidad que supera nuestras fuerzas.

 

Pero si contemplamos a Jesús Resucitado, que camina junto a los discípulos de Emaús (cf. Lc 24,13-15), nuestra confianza puede reavivarse; en esta escena evangélica tenemos una auténtica y propia «liturgia del camino», que precede a la de la Palabra y a la del Pan partido y nos comunica que, en cada uno de nuestros pasos, Jesús está a nuestro lado.

Los dos discípulos, golpeados por el escándalo de la Cruz, están volviendo a su casa recorriendo la vía de la derrota: llevan en el corazón una esperanza rota y un sueño que no se ha realizado. En ellos la alegría del Evangelio ha dejado espacio a la tristeza. ¿Qué hace Jesús? No los juzga, camina con ellos y, en vez de levantar un muro, abre una nueva brecha.

 

Lentamente comienza a trasformar su desánimo, hace que arda su corazón y les abre sus ojos, anunciándoles la Palabra y partiendo el Pan. Del mismo modo, el cristiano no lleva adelante él solo la tarea de la misión, sino que experimenta, también en las fatigas y en las incomprensiones, «que Jesús camina con él, habla con él, respira con él, trabaja con él. Percibe a Jesús vivo con él en medio de la tarea misionera» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 266).

 

Jesús hace germinar la semilla. Por último, es importante aprender del Evangelio el estilo del anuncio. Muchas veces sucede que, también con la mejor intención, se acabe cediendo a un cierto afán de poder, al proselitismo o al fanatismo intolerante. Sin embargo, el Evangelio nos invita a rechazar la idolatría del éxito y del poder, la preocupación excesiva por las estructuras, y una cierta ansia que responde más a un espíritu de conquista que de servicio. La semilla del Reino, aunque pequeña, invisible y tal vez insignificante, crece silenciosamente gracias a la obra incesante de Dios: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra.

 

Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo» (Mc 4,26-27). Esta es nuestra principal confianza: Dios supera nuestras expectativas y nos sorprende con su generosidad, haciendo germinar los frutos de nuestro trabajo más allá de lo que se puede esperar de la eficiencia humana.

 

Con esta confianza evangélica, nos abrimos a la acción silenciosa del Espíritu, que es el fundamento de la misión. Nunca podrá haber pastoral vocacional, ni misión cristiana, sin la oración asidua y contemplativa. En este sentido, es necesario alimentar la vida cristiana con la escucha de la Palabra de Dios y, sobre todo, cuidar la relación personal con el Señor en la adoración eucarística, «lugar» privilegiado del encuentro con Dios.

 

Animo con fuerza a vivir esta profunda amistad con el Señor, sobre todo para implorar de Dios nuevas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. El Pueblo de Dios necesita ser guiado por pastores que gasten su vida al servicio del Evangelio. Por eso, pido a las comunidades parroquiales, a las asociaciones y a los numerosos grupos de oración presentes en la Iglesia que, frente a la tentación del desánimo, sigan pidiendo al Señor que mande obreros a su mies y nos dé sacerdotes enamorados del Evangelio, que sepan hacerse prójimos de los hermanos y ser, así, signo vivo del amor misericordioso de Dios.

Queridos hermanos y hermanas, también hoy podemos volver a encontrar el ardor del anuncio y proponer, sobre todo a los jóvenes, el seguimiento de Cristo. Ante la sensación generalizada de una fe cansada o reducida a meros «deberes que cumplir», nuestros jóvenes tienen el deseo de descubrir el atractivo, siempre actual, de la figura de Jesús, de dejarse interrogar y provocar por sus palabras y por sus gestos y, finalmente, de soñar, gracias a él, con una vida plenamente humana, dichosa de gastarse amando.

María Santísima, Madre de nuestro Salvador, tuvo la audacia de abrazar este sueño de Dios, poniendo su juventud y su entusiasmo en sus manos. Que su intercesión nos obtenga su misma apertura de corazón, la disponibilidad para decir nuestro «aquí estoy» a la llamada del Señor y la alegría de ponernos en camino, como ella (cf. Lc 1,39), para anunciarlo al mundo entero.

 

Vaticano, 27 de noviembre de 2016 Primer Domingo de Adviento.

Francisco

 

LOS RETOS DEL SACERDOTE DEL TERCER MILENIO

[huge_it_slider id=”104″]

Escrito por:     Luis Garza Medina

En:  Página VS Vida Sacerdotal / Formación para sacerdotes

Introducción

El año sacerdotal que el Santo Padre Benedicto XVI ha convocado para los sacerdotes, en conmemoración del 150º aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars, nos ofrece la ocasión propicia para preguntarnos qué cosa es el sacerdote, cómo se coloca de frente a los grandes retos que la humanidad afronta y qué papel juega en el drama del hombre moderno.

 Buscar responder de manera exhaustiva a estas interrogaciones sería pretencioso. Por lo tanto, en este breve escrito deseo simplemente dar algunas orientaciones generales e indicar las posibles claves de lectura que ayudarán a los sacerdotes, “la parte más amada del corazón de Cristo”, a encontrar el camino de la propia perfección espiritual y a vivir un ministerio rico de frutos.

Leer más

LOS 4 PILARES PARA LA FORMACIÓN DE BUENOS SEMINARISTAS, SEGÚN EL PAPA FRANCISCO

[huge_it_slider id=”103″]

Por:     Miguel Pérez Michel

En:      Aciprensa

El Papa Francisco enumeró cuatro pilares que deben sostener la formación de todo seminarista: la vida espiritual, la oración, la vida comunitaria y la vida apostólica.

En un discurso improvisado ante la Comunidad del Pontificio Seminario Regional de Puglia “Pío XI”, el 10 de diciembre, el Santo Padre indicó, dirigiéndose a los seminaristas presentes, que “ustedes, en el seminario, tienen que estudiar, que aprender a crecer en la oración, a conocer la vida espiritual. En el seminario son muchos y la vida comunitaria es importante”.

Para el Pontífice, esos cuatro pilares son fundamentales. Estudiar es importante “porque el mundo no tolera la figura del sacerdote que no entiende las cosas, que no tiene un método para entender las cosas, que es incapaz de decir las cosas de Dios con fundamento”, pero no menos importante es “la vida espiritual, la oración; o la vida comunitaria con los compañeros, o la vida apostólica, atender a la comunidad parroquial”.

“Los cuatro pilares son importantes, si nos falta uno, la formación se desequilibra”, indicó.

Además, aseguró que “la vida del sacerdote debe ser fecunda. ¡Sí, fecunda! No solo deben ser buenos sacerdotes que sigan todas las reglas. No, no. ¡Deben dar la vida por los demás! Cada sacerdote debe ser un padre de la comunidad. Un sacerdote que no es padre, no sirve”.

En este sentido, el Obispo de Roma destacó que “la paternidad de la vocación pastoral consiste en dar la vida, hacer crecer la vida; no pasar por alto la vida de una comunidad. Y hay que hacerlo con coraje, con fuerza, con ternura”.

“Miren a sus padres en la fe”, invitó a los seminaristas. “Miren a sus padres y pidan al Señor la gracia de la memoria, de la memoria de la Iglesia”.

“‘La historia de la salvación no comienza conmigo’, debemos decirnos cada uno. ‘Mi Iglesia tiene toda una tradición, una larga tradición de buenos sacerdotes’. Hay que asumir esta tradición y llevarla adelante”.

Y esa tradición, señaló Francisco a cada seminarista, “no terminará contigo. Trata de dejar una herencia al que venga a ocupar tu puesto. Padres que reciben la paternidad de otros y que la entregan a su vez a otros”.

El Papa recordó una anécdota que tuvo lugar cuando se encontró con un sacerdote de un país pequeño y le preguntó: “‘¿tú qué haces?’. ‘Yo conozco el nombre de todos mis parroquianos, de la gente’. ‘¿De cada uno de ellos?’. ‘De todos, incluso de sus perros’”.

“Era un sacerdote cercano a la gente”, destacó Francisco.

“Y aquí llegamos a una palabra que quiero decirles a ustedes, seminaristas: ‘cercanía’. No se puede ser sacerdote y permanecer alejado del pueblo. Cercanía al pueblo. Aquel que nos ha dado un ejemplo más grande de cercanía ha sido el Señor”.

El Santo Padre advirtió que “un sacerdote que se distancia del pueblo no es capaz de transmitir el mensaje de Jesús. No es capaz de transmitir las caricias de Jesús a la gente. No es capaz de meter el pie para que no se cierre la puerta”.

“Y cercanía quiere decir paciencia”, dijo, y señaló que “para ser cercanos como Jesús, es necesario conocer a Jesús. Y yo les pregunto: ¿cuánto tiempo pasan delante del sagrario cada día?”.