“UNA IGLESIA POBRE PARA LOS POBRES Y EN SALIDA MISIONERA”

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Con ímpetu misionero, el segundo núcleo teológico del Plan Global del CELAM (2015-2019) propone la primacía de “una Iglesia pobre para los pobres y en salida misionera”, inspirándose en la frase bíblica: “como el Padre me envió, así los envío a ustedes” (Jn 20, 21b).

El CELAM reafirma que “el testimonio de una Iglesia pobre que no pone su fuerza en los recursos y medios materiales, ni en la eficacia de sus planes, métodos e instituciones, constituye un signo de la presencia del Reino de la Vida” (No. 104), recordando que “la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica política o filosófica”, como ha dicho el papa Francisco en Evangelii Gaudium 198, evocando también las enseñanzas del papa emérito Benedicto XVI en su discurso al inicio de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y Caribeño, en Aparecida: “esta opción está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza”.

La opción por los pobres, no es ya punto de discusión, ni es categoría de una u otra postura o corriente dentro de la Iglesia, tampoco es algo que atañe a unos y no a otros, sino algo esencial de Cristo de acuerdo a eso es esencial del corazón mismo del Evangelio y por lo tanto, también es esencial en el corazón y naturaleza de la Iglesia.

Así, como Iglesia en salida, “la Iglesia latinoamericana está llamada a ir a todos y constituirse en anunciadora de la Buena Nueva de la creación, de la familia y de los pobres” (No. 114). Por su parte, los discípulos misioneros ‘primerean’, se involucran, acompañan… para llegar a todos, sin excepciones, a fin de transformar la realidad, porque “el Evangelio de la vida plena (…) debe manifestarse en aquellas situaciones de dolor y miseria; en la creación dañada y depredada; en la familia, llamada a ser comunión de amor; y en la Iglesia que está llamada a ser sacramento e instrumento de la misericordia de Dios” (No. 115).

El discipulado misionero que postula el CELAM se sitúa en esta perspectiva teológica, de tal forma que “la Iglesia puede ser definida como comunidad de amor, que acoge en sí la diversidad, sin dejar de manifestar la unidad, llamada a comunicar esta misma comunión de amor, haciéndose cercana y servidora de todos” (No. 109). Por eso se propone el diálogo como una actitud eclesial, y se confirma la conversión pastoral como una exigencia de la misión.

Se reproduce, a continuación, el segundo núcleo del Plan Global del CELAM 2015-2019.

SEGUNDO NÚCLEO: UNA IGLESIA POBRE PARA LOS POBRES Y EN SALIDA MISIONERA

“Como el Padre me envió, así los envío a ustedes”

(Jn 20, 21b)

  1. El testimonio de una Iglesia pobre que no pone su fuerza en los recursos y medios materiales, ni en la eficacia de sus planes, métodos e instituciones, constituye un signo de la presencia del Reino de la Vida que ha de ser anunciado a todos aquellos que “habitan en tinieblas y sombras de muerte” (Lc 1, 79). Una Iglesia en salida misionera que tiene por tarea “que el anuncio de Cristo llegue a las personas, modele las comunidades e incida profundamente mediante el testimonio de los valores evangélicos en la sociedad y en la cultura”.

Discipulado

  1. “Designó a doce para que estuvieran con Él y enviarlos a predicar” (Mc 3, 13-14). Jesús eligió a sus discípulos para que lo siguieran con la finalidad de hacerlos suyos de modo que participaran de su misión. El fundamento del discipulado es su llamado a encontrarnos y estar con Él (cf. Jn 1, 35-42). En la intimidad con Jesús y animados por su Espíritu Santo somos configurados por Él y en Él, llamados a la conversión permanente y enviados a evangelizar proclamando y testimoniando el evangelio de la vida. Somos llamados, por tanto, a compartir en comunión la vida y el destino del Maestro, a seguir constantemente al Señor, sobre todo en el camino de la pasión, llevando la cruz (Mc 8,34), renunciando incluso a lo que más se quiere (Lc 14, 26ss; Jn 8,31ss) y participando de su destino:

El discípulo experimenta que la vinculación íntima con Jesús en el grupo de los suyos es participación de la Vida salida de las entrañas del Padre, es formarse para asumir su mismo estilo de vida y sus mismas motivaciones (cf. Lc 6, 40b), correr su misma suerte y hacerse cargo de su misión de hacer nuevas todas las cosas.

  1. De esta forma, el discípulo se convierte en la casa de Jesús (Cf. Jn 14,23) y eso es lo que lo empuja a construir la comunión con los hermanos y con todo el mundo. Jesucristo nos ha hecho partícipes no sólo de su vida, sino también de su proyecto de proclamación del Reino de Dios, que es ofrecido como Buena Noticia para todos. Nos ha constituido en discípulos misioneros (cf. Mc 3, 13-14).

 

Comunión

  1. “Todos los creyentes vivían unidos… y participaban en la fracción del pan…” (Hch 2, 42-47). Jesús, al llamarnos a la intimidad y participarnos de su vida mediante el don de sí y del Espíritu Santo, nos introduce en la vida misma del Dios Uno y Trino (cf. Gal 4, 6; 2 Cor 13, 13; 1Jn 1, 3). Esta comunión con Dios mediante la filiación divina y su amor derramado en nuestros corazones (cf. Rom 5, 5), que recibimos por el bautismo, implica también el don de la fraternidad y haber sido conformados como un solo cuerpo (cf. 1 Cor 12, 12ss.).
  2. La filiación divina y la fraternidad cristiana quedan expresadas en la alegría de poder invocar juntos a Dios como Abbá (cf. Rom 8, 15; Mc 14, 36) y, de manera eminente, en la constitución como Iglesia-comunidad que escucha la Palabra y celebra la Eucaristía. Al igual que las primeras comunidades de cristianos, hoy nos reunimos asiduamente para “escuchar la enseñanza de los apóstoles, vivir unidos y participar en la fracción del pan y en las oraciones” (Hch 2, 42). De ahí la necesidad de sentirse Iglesia, de desarrollar el sentido de pertenencia a la comunidad de discípulos. Esa comunión con la Iglesia se nutre con el Pan de la Palabra de Dios y con el Pan del Cuerpo de Cristo. La Eucaristía, participación de todos en el mismo Pan de Vida y en el mismo Cáliz de Salvación, nos hace miembros del mismo Cuerpo (cf. 1 Cor 10, 17).
  3. A imagen del Dios amor trinitario, la Iglesia puede ser definida como comunidad de amor, que acoge en sí la diversidad, sin dejar de manifestar la unidad, llamada a comunicar esta misma comunión de amor a todos, haciéndose cercana y servidora de todos.

Nuestra misión es vivir y comunicar la vida plena de Jesucristo

  1. El discípulo misionero está llamado a vivir y a comunicar la vida nueva de Jesucristo a nuestros pueblos. En primer lugar, estamos llamados a vivir a plenitud. La gran novedad que la Iglesia anuncia al mundo es que Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, la Palabra y la Vida, vino al mundo a hacernos “partícipes de la naturaleza divina” (2Pe 1, 4), a participarnos de su propia vida. Pero también estamos llamados a comunicar esa vida nueva en Cristo a nuestros pueblos. El anuncio del kerygma invita a tomar conciencia de ese amor vivificador de Dios que se nos ofrece en Cristo muerto y resucitado. Esto es lo primero que necesitamos anunciar.
  2. La Iglesia peregrinante es misionera por naturaleza, porque toma su origen de la misión del Hijo y del Espíritu Santo, según el designio del Padre.

El contenido fundamental de esta misión es la oferta de una vida plena para todos. Por eso, la doctrina, las normas, las orientaciones éticas, y toda la actividad misionera de la Iglesia, deben dejar transparentar esta atractiva oferta de una vida más digna, en Cristo, para cada hombre y para cada mujer de América Latina y de El Caribe.

Una Iglesia pobre para los pobres

  1. El Papa Francisco ha invitado insistentemente a la Iglesia Universal a hacer suya esta convicción. Con ello, recoge una larga tradición bíblica, patrística y magisterial en la que se expresa el amor preferencial de Dios y de la Iglesia por los pobres, así como el modelo de una vida fraterna en la que todos son invitados a participar del banquete de la vida (cf. Mt 9, 9-13; 22,9-10).

Para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica. Dios les otorga ‘su primera misericordia’. Esta preferencia divina tiene consecuencias en la vida de fe de todos los cristianos, llamados a tener “los mismos sentimientos de Jesucristo” (Flp 2,5). Inspirada en ella, la Iglesia hizo una opción por los pobres entendida como una “forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición de la Iglesia”. Esta opción –enseñaba Benedicto XVI– ‘está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza’. Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres.

  1. Por este motivo a quienes debe llegar, en primer lugar, esta vida plena es a los pobres, afligidos, enfermos y excluidos (cf. Mt 25, 37-40), quienes son los interlocutores privilegiados de la acción eclesial y constituyen una de las opciones fundamentales de la Iglesia en América Latina y El Caribe. Nuestra opción por los pobres y el deseo de ser solidarios con su vida y destino surgen de la contemplación del rostro sufriente de Jesucristo en ellos, cuya inmensa dignidad Él mismo nos revela. En el reconocimiento de su presencia y dignidad, y en la defensa de sus derechos, se juega la fidelidad de la Iglesia a Jesucristo y a la vez es una dimensión constitutiva de nuestra fe.

Una Iglesia en salida misionera

  1. La Iglesia latinoamericana y caribeña está llamada a ir a todos y constituirse en anunciadora de la Buena Nueva de la creación, de la familia y de los pobres. La Iglesia «en salida» asume este dinamismo misionero, para llegar a todos, sin excepciones; Se trata de llegar a las periferias existenciales. “La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan”. Es una Iglesia con las puertas abiertas en la que todos pueden participar y todos están llamados a integrar la comunidad. La Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas.

Para la transformación de la realidad y plenificación a la luz de Jesucristo

  1. La presencia dinámica y vivificante del Espíritu del Resucitado nos empuja a instaurar todo en Él (cf. Ef 1,10) que es el origen, camino y meta, alfa y omega “que hace nuevas todas las cosas” (cf. Ap 21,5). Nos da la fuerza para anunciar el evangelio de la vida plena que construye y hace sociedad en medio de las culturas urbanas y rurales, y de la diversidad étnica-cultural de nuestra América Latina y Caribeña. Esta vida plena que debe manifestarse en aquellas situaciones de dolor y miseria; en la creación dañada y depredada; en la familia, llamada a ser comunión de amor; y en la Iglesia que está llamada a ser sacramento e instrumento de la misericordia de Dios, Iglesia samaritana que venda y cura las heridas de aquellos que han quedado heridos por el camino de la historia.

El diálogo como una actitud eclesial

  1. La Iglesia, dócil al Espíritu, está abierta al diálogo con el mundo en que le toca vivir. Ella primero se hace escucha, para luego hacerse palabra. Está presente en medio del mundo para proponer un coloquio fundado en la verdad. Antes de convertirlo, más aún, para convertirlo, el mundo necesita que nos acerquemos a él y que le hablemos. Ese diálogo debe estar fundado en la verdad y caracterizarse por la claridad, la afabilidad, la confianza y la prudencia.

La Conversión pastoral: exigencia de la misión

  1. Obispos, presbíteros, diáconos permanentes, consagrados y consagradas, laicos y laicas, estamos llamados a asumir una actitud de permanente conversión pastoral, que implica escuchar con atención y discernir “lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias” (Ap 2, 29) a través de los signos de los tiempos en los que Dios se manifiesta. La conversión pastoral de nuestras comunidades exige que se pase de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera.

En efecto, la reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad.

Fecha:                       1 de Junio de 2016

Autor:             Dpto. de comunicación y prensa CELAM
Fuente: Plan Global CELAM 2015-2019
Foto: microutopias.org

En:                  Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM)

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