Homenaje a Monseñor Emigdio Piñeros Cárdenas

“Amo mis catequistas, ellos son quienes le han dado sentido a mi vida sacerdotal”

Nació en Manta – Cundinamarca el 25 de abril de 1925. Hijo de Amelia Cárdenas y Zabulón Piñeros quienes lo educaron con gran fervor en su experiencia de fe. Monseñor Emigdio es el segundo de 10 hermanos (7 hombres y 3 mujeres) y recuerda con alegría la bonita amistad que existía entre todos. Emprendió su trabajo en la Iglesia con tan sólo 7 años a través de su servicio como monaguillo en la parroquia de su municipio, allí acudía con gran fervor todos los domingos a ayudar en todo lo que fuese necesario. Siempre manifestó el deseo de ser sacerdote, pero un hecho desafortunado le hizo pensar que no lo lograría: un día su madre lo envió a alimentar unos pollos y uno de estos animales se lanzó sobre él hiriéndole el ojo izquierdo, hecho que le provocó la pérdida de la visión. Tan sólo le quedaba la esperanza de que su ojo derecho le ayudaría a ver y pudiera convertirse en sacerdote. En 1940 sus padres se arriesgaron a presentarlo al Seminario Menor de Bogotá (Escuela Apostólica de San Benito) para que empezara sus estudios de bachillerato. Monseñor Piñeros contaba que su vocación sacerdotal había estado enmarcada por el catecismo, pues estando en quinto de primaria, el padre promotor vocacional de la Arquidiócesis de Bogotá había visitado la escuela y realizado un concurso sobre el catecismo Ateste, el cual él había ganado.

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Entre 1946 y 1952 hizo sus estudios de filosofía y teología en el Seminario Mayor de Bogotá. Se ordenó como sacerdote en el mes de noviembre de este último año. Fue vicario cooperador de su parroquia los primeros meses de 1953 y luego pasó a ser vicario parroquial a la Catedral Diocesana de Zipaquirá. En este momento de la historia se fundaba lo que hoy conocemos como la Diócesis de Zipaquirá. “Mi diócesis y yo nacimos al mismo tiempo y desde entonces hemos crecido y envejecido juntos”.

Entre 1954 y 1956 fue párroco en los municipios de Tausa y Carupa de la región de Ubaté. Las experiencias con estas dos comunidades lo llevaron a descubrir que su vocación era la de ayudar a las personas a vivir dignamente, pero no se sentía preparado para asumir el reto, pues consideraba que el trabajo social era una gran responsabilidad con su Iglesia y con el mundo. Por tal motivo consiguió los recursos económicos y realizó sus estudios en Ciencias Sociales y Doctrina Social de la Iglesia en la Universidad Javeriana de Bogotá. Sin embargo, aún seguía considerando escaso lo visto hasta entonces por ello decidió asumir un reto mayor: viajó a Europa y se especializó en Ciencias Sociales a través del Instituto Social León XIII de Madrid y luego se especializó en Sicología Social en la Universidad Católica de Lovaina en Bélgica.

Regresó a Colombia en 1960 con el ánimo de compartir todos sus conocimientos con las comunidades, pero tuvo que asumir cargos de oficina y nunca más volvió a ser párroco. El padre Piñeros, como es conocido en Zipaquirá, sintió que había perdido su tiempo de estudio. Sin embargo, no fue así, al contrario, descubrió que desde sus cargos generales tenía la oportunidad de trabajar no solo con una comunidad sino con todas las parroquias. Se desempeñó como delegado de La Acción Católica Diocesana (1960-1965), Director de Cáritas Diocesana (1967-2004), Acción Social (1960-1970), Acción Cultural Popular (1960-1972), Notario Eclesiástico (desde 1960) y Vicario General de 4 obispos entre los años 1960 y 1985. Como si fuera poco también asumió la docencia en filosofía, doctrina social y catequesis en los Seminarios Mayores de Bogotá y Zipaquirá, también fue director de las Escuelas Radiofónicas y la Pastoral Social de los municipios pertenecientes a la Diócesis de Zipaquirá. Muchas personas se beneficiaron con ropa, alimentación, estudio y vivienda que, desde éstas entidades, monseñor Piñeros pudo ofrecerles.

Con tantas tareas fue limitado el tiempo que compartió con su familia, sin embargo, siempre se encargó del estudio de sus hermanos menores y estuvo pendiente de sus padres hasta que fallecieron. Sus pocos espacios de descanso los dedicaba a leer, siempre fue su mayor pasión. También contaba con emoción que siempre le había gustado el fútbol y que ese era el deporte que más practicó como seminarista, aunque reconocía que no era el mejor.

Su mayor orgullo, contaba fue cuando en 1970 fue designado como delegado de la Pastoral de Catequesis y emprendió un recorrido por toda la Diócesis formando a la gente más sencilla, en su mayoría campesina. Son muchas las personas que aprendieron de este gran maestro, no solo por sus enseñanzas sino por su entrega generosa, siempre fue solidario con los más pobres y donó cientos de textos de formación para que la gente aprendiera a leer y escribir. Luego de arduos años de lucha, con algunos ahorros personales y ayudas que le suministraron varias fundaciones de Alemania logró construir una casa de formación en Zipaquirá para catequistas denominada Instituto Catequístico. Hasta entonces ésta ha sido la sede de encuentros, celebraciones y congresos donde los catequistas han gozado de estudios catequísticos, de espacios de entretenimiento y formación humana y cristiana. En 2009 hizo su retiro oficial de las actividades pastorales de la Iglesia, y en ese mismo año sufrió un infarto que lo dejó varios días en estado de coma.

Debido a su cargo como Vicario General y por sus obras en beneficio de la sociedad, tiene el título honorífico de Monseñor concedido por el ahora santo Juan Pablo II. Además, el 3 de agosto de 2012, fiesta de los Mártires Zipaquireños le fue otorgado el premio “Orden de la Sal” en reconocimiento por su labor social. En este mismo año las autoridades eclesiásticas le hicieron varios homenajes en agradecimiento por cumplir 60 años de servicio a la Iglesia.  Él consideraba que no son los títulos, sino el cariño de la gente lo que en verdad lo hacía sentir plenamente feliz.

María Oliva Gutiérrez

Directora Académica – Instituto Catequístico de Zipaquirá – Colombia

 

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